lunes, 29 de octubre de 2018

Gramsci: "Optimismo y pesimismo"


Hay que observar que muchas veces el optimismo no es más que una manera de defender la pereza propia, la irresponsabilidad, la voluntad de no hacer nada. Es también una forma de fatalismo y de mecanicismo. Se espera en los factores ajenos a la propia voluntad y laboriosidad, se los exalta, y la persona parece arder en ellos con un sacro entusiasmo. Y el entusiasmo no es más que una externa adoración de fetiches. Reacción necesaria, que debe partir de la inteligencia. El único entusiasmo justificable es el acompañado por una voluntad inteligente, una laboriosidad inteligente, una riqueza inventiva de iniciativas concretas que modifiquen la realidad existente. (C. XIV; PP 8.)

viernes, 12 de octubre de 2018

Las farsas del Fondo Monetario Internacional, por Vincenc Navarro

En los mayores fórums de reflexión financiera y económica en España existe una actitud casi reverencial hacia el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sus informes se leen con gran detalle y sus recomendaciones se toman muy en serio. El FMI es, se mire como se mire, una de las instituciones financieras internacionales que tiene mayor influencia en los círculos mediáticos y políticos en España, donde la sabiduría convencional se genera, reproduce y promociona.
 
Conozco bien el FMI. La The John Hopkins University tiene varios campus en Washington, donde está ubicada la sede del FMI, y conozco a muchos de sus profesionales, con los que coincido en congresos, seminarios y sesiones profesionales. Y siempre me ha sorprendido el gran respeto que origina el FMI en los círculos mediáticos y políticos españoles. Y mi sorpresa deriva de que el nivel técnico de sus trabajos es, por lo general, y con notables excepciones, de muy escasa calidad (una excepción al nivel de mediocridad es el Departamento de investigación económica que, por desgracia, tiene muy poca incidencia en el desarrollo de las políticas del  FMI). Por lo demás, entre los que se llaman “expertos”, hay gran cantidad de individuos formados en centros académicos de EEUU o de Europa bien conocidos por su sensibilidad neoliberal, impermeable a los datos que muestren lo contrario de lo que promueven. Y uno de sus dogmas es el consabido énfasis en disminuir lo salarios (que llaman devaluación doméstica) como manera más eficaz para salir de la crisis financiera y económica. El FMI publica un informe (como promedio cada cuatro meses) en el que se repite una y otra vez que la bajada de salarios es necesaria para aumentar la competitividad y así incrementar las exportaciones, aumento que será el que estimulará la economía y permitirá a los países de la periferia de la Eurozona (lo que incluye a España) salir de la crisis.
 
Conociendo al FMI, les garantizo que en dos o tres años cambiará de postura, y, sin pedir disculpas, promoverá otro dogma igualmente erróneo. Si no me creen, esperen un par de años. Se acordarán ustedes de que hace dos años el FMI era uno de los mayores promotores de otro dogma neoliberal: el de que la austeridad (recortes del gasto público) era necesaria para conseguir la recuperación económica. El FMI (junto con la Comisión Europea y el Banco Central Europeo) machacó miles de veces que había que recortar, recortar y recortar el gasto público a fin de reducir el déficit y la deuda, y con ello recuperar la famosa confianza de los mercados financieros. Hace menos de un año, sin embargo, el FMI cambió de parecer y dijo que no se hicieran tantos recortes, pues los recortes de gasto público reducirían la demanda doméstica y con ello se reduciría la actividad económica y el crecimiento económico. ¡Por fin habían visto la luz! Pero, por lo visto, no se han dado cuenta todavía de que la reducción de los salarios (¡20% de media en Grecia en los primeros meses de 2012!) también crea un enorme problema de falta de demanda. Les garantizo que en un par de años van a descubrirlo. Dudo que lo hagan antes pues son un poquitín lentos. Y mientras tanto, sus políticas están haciendo un enorme daño.
 
Las falacias de salirse de la crisis bajando los salarios
 
Pero la situación es incluso peor, pues no solo su recomendación de que bajen los salarios es empíricamente insostenible, sino que toda la evidencia –que usted, lector, no verá mucho en los medios de información españoles- señala que es una de las causas de la crisis, pues no solo dificulta la salida de la crisis, sino que la empeora sustancialmente, pues al reducir los salarios, supuestamente para ser más competitivos, se reduce la demanda en todos los países (que compiten en ver quién baja más los salarios para ser más competitivos) que están en crisis. Y esta es la causa de la crisis en la Eurozona, muy marcada en sus países periféricos.
 
Pero lo que es incluso más indignante es que los datos muestran muy consistentemente que en ninguno de estos países sus exportaciones tienen mucho que ver con el nivel salarial. La demanda exterior de productos (origen de las exportaciones) ha permanecido para toda la Eurozona estancada durante el periodo 2008-2011. Ha habido variaciones dentro de cada país. Pero, como promedio, ha habido en la práctica un estancamiento, dentro de la Eurozona, del comercio entre sus países miembros, y ello a pesar del descenso salarial que ha ocurrido en todos ellos. En realidad, el crecimiento de las exportaciones de los países de la Eurozona ha ido a países de fuera de la Eurozona, los Países Emergentes, donde los salarios, por cierto, han aumentado. Y este crecimiento no tiene nada que ver con el descenso de los salarios de los países exportadores, sino con el crecimiento de los salarios en los países importadores (que están fuera de la Eurozona) y con el descenso del valor del euro versus las monedas de aquellos países. Esta es la evidencia que existe, fácilmente contrastable. Ahora bien, les garantizo que el FMI (así como la Comisión Europea y el BCE) continuarán machacando con que hay que bajar los salarios. Por cierto, los salarios de los expertos del FMI son (junto con los de otra institución ultraliberal como la OCDE) los más altos de todos los funcionarios internacionales, mostrando, una vez más, que no hay relación estadística entre productividad y salarios. O, dicho de otra manera: el nivel salarial es una variable política más que económica. La incoherencia entre lo que el FMI impone y lo que hace en su propia casa, es enorme.
 
Vincenc Navarro es Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy en The John Hopkins University

martes, 13 de febrero de 2018

Gramsci: "Disciplina y libertad"

[11-II- 1917; La Citá Futura; S. G. 82]

Adherirse a un movimiento quiere decir asumir una parte de la responsabilidad de los acontecimientos que se preparan, convertirse en artífices directos de esos acontecimientos mismos. Un joven que se inscribe en el movimiento socialista juvenil realiza un acto de independencia y de liberación. 

Disciplinarse es hacerse independiente y libre. El agua es agua pura y libre cuando fluye entre las dos orillas de un arroyo o de un río, no cuando está caóticamente dispersa por el suelo ni cuando se difunde enrarecida por la atmósfera. Así, el que no sigue una disciplina política es materia en estado gaseoso o ensuciada por elementos extraños: por tanto, inútil y dañosa. La disciplina política hace que precipiten esas impurezas y da al espíritu su metal mejor, una finalidad a la vida, sin la cual no valdría la pena vivirla. 

Todo joven proletario que sienta lo que pesa el fardo de su esclavitud de clase debe realizar el acto inicial de su liberación, inscribiéndose en la agrupación juvenil socialista que esté más cerca de su casa.

martes, 23 de enero de 2018

Ahorrando en copilotos

Por David Torres
Publico.es

En un primer momento, cuando el fiscal francés reveló el contenido de la caja negra, la psicología tomó el lugar de la aeronáutica. Como, al parecer, no había fallos mecánicos detrás de la tragedia que acabó con la vida de 150 personas, se ratificó una vez más que el factor humano sigue siendo el eslabón más frágil de la cadena.
 
Sin embargo, tan sólo con escarbar un poco en el historial de Andreas Lubtiz, aparecen varios elementos perturbadores que incluyen diversos episodios de depresión, trastornos de ansiedad e incluso un desprendimiento de retina. Dieter Wagner, un compañero del club aéreo, ha declarado que volar sobre los Alpes era su pasión y que hacía poco le había acompañado en un vuelo sin motor muy cerca de la zona donde ha caído el aparato. Una azafata que fue novia de Lubtiz confesó que lo primero que le vino a la cabeza cuando se enteró de la catástrofe fue una frase que le dijo: “Un día voy a hacer algo que va a cambiar todo el sistema y todo el mundo sabrá mi nombre y lo recordará”.
 
Aunque todos estos indicios juntos no pudieran profetizar lo ocurrido, los fragmentos sueltos de su pasado acaban encajando como las piezas de una pistola. Poco a poco, cuanto más sabemos de Andreas Lubitz, más lo desconocemos.
 
Su estrepitoso final coincide con el del homicida que, de repente, agarra un hacha y decapita a su familia o con el del pistolero que entra en un restaurante y empieza a disparar al azar a los comensales antes de pegarse un tiro. Después, con la sangre ya enfriándose, los comentarios de vecinos y conocidos suelen girar en torno a un denominador semántico común: la normalidad. Era un tipo de lo más normal. Era muy normal, hasta que dejó de serlo. Lo único original en Lubitz ha sido la escala de la masacre y el arma que empleó: un avión de pasajeros en lugar de un hacha o una escopeta.
 
Ciertamente la psicología no es una ciencia exacta, pero parece que Lubitz ya había dado suficientes señales de alarma como para apartarlo de los mandos de un avión, no digamos ya como para dejarle pilotar a solas.
 
Sin embargo, las mismas compañías aéreas que verifican escrupulosamente la presión de los neumáticos, el ángulo de los alerones, el desgaste de las piezas y todos los intrincados mecanismos que hacen posible el prodigio del vuelo (por no hablar de las bizantinas medidas de seguridad), no parecen dedicar mucho tiempo, dinero y esfuerzo a revisar el estado físico y mental del elemento esencial de la aviación civil.
 
Tal vez no se le pueda reprochar a Germanwings que sus médicos fuesen incapaces de detectar el riesgo de una depresión, pero resulta asombroso que se les pasara por alto un desprendimiento de retina. Cabe preguntarse si un piloto de combate, que no está a cargo de más de un centenar de vidas sino de un costoso aparato con una sofisticada artillería, hubiera seguido trabajando en tales condiciones. Con lo cual, en última instancia, y como ya advirtiera Marx, la psicología cede terreno ante la economía.
 
Afortunadamente, se trataba de una compañía alemana, gente seria y formal. Porque imagínense qué barbaridades no estaríamos oyendo y leyendo si el copiloto averiado y el avión caído pertenecieran a la filial de bajo coste de una compañía aérea griega.

domingo, 21 de enero de 2018

Esos monstruos llamados bancos

Por Juan Torres López*

Los bancos privados disfrutan de un privilegio extraordinario: cada vez que conceden un crédito crean dinero. No monedas o billetes, que es lo que la gente normal y corriente cree que es el dinero, sino dinero bancario, es decir, medios de pago a través de sus cuentas.

Cuando reciben los depósitos de sus clientes los bancos no los mantienen totalmente en reserva para hacer frente a los reintegros que éstos soliciten, sino que conservan en caja una parte mínima y disponen del resto para realizar préstamos (por eso se dice que es un sistema bancario de reserva fraccionaria).

El fenómeno es fácil de entender: Poncio dispone de los únicos 100 euros que hay en la economía y los deposita en un banco. Con su tarjeta de débito o con sus cheques puede realizar pagos por valor de 100 euros. Si el banco concede un crédito de 20 euros a Pilatos mediante una simple anotación contable, éste podrá gastar esos 20 euros, de modo que desde ese mismo instante ya hay 120 euros en medios de pago. El banco ha creado 20 euros de dinero bancario.

Como eso se hace sucesivamente y sin descanso, resulta que los bancos “multiplican” sin cesar los medios de pago en la misma medida en que van creando más deuda. Como decía el Premio Nobel de Economía Maurice Allais, eso significa que los bancos crean dinero ex nihilo, de la nada.

En Europa, la proporción de los depósitos que hoy día están obligados a mantener los bancos en reserva es el del 1% en el caso de que se trate de depósitos a menos de dos años o que se puedan retirar sin preaviso, y del 0% en los demás. Eso implica que, si suponemos que los clientes no retienen dinero en sus manos (lo que hoy día sucede casi siempre gracias a las tarjetas), un banco puede crear de la nada 100 euros cada vez que un cliente deposita en él 1 euro a menos de dos años y tanto como quieran en el resto de los casos.

Ese es el negocio que le da beneficios a la banca: crear dinero de la nada generando deuda sin cesar.

Lógicamente, los bancos no han desaprovechado nunca esa oportunidad y se han dedicado a imponer las condiciones que obliguen a que empresas, familias o gobiernos tengan que endeudarse continuamente. Por ejemplo, fomentando la vivienda en propiedad en lugar de en alquiler, recortando salarios, permitiendo que se den créditos hipotecarios por encima del valor de la casa, subiendo artificialmente el precio de la vivienda, desgravando fiscalmente los intereses de manera que sea más rentable endeudarse que autofinanciarse, etc.

Esa y no otra es la causa de que la deuda crezca constantemente. Y también de que los bancos tengan crisis cada dos por tres, puesto que crear deuda de esa forma hace que el valor de sus créditos se separe constantemente del que tienen sus depósitos y su capital en general.

En junio pasado se publicaron los últimos datos anuales que permiten comprobar la relación entre el capital y los activos de los 50 bancos más grandes del mundo. Aunque no es exactamente entre depósitos y créditos, la relación refleja perfectamente cómo ha crecido el negocio bancario y la razón de su permanente inestabilidad.

Esos 50 megabancos tienen en total un capital de 772.357 millones de dólares mientras que sus activos tienen un valor 87,6 veces mayor (67,64 billones de dólares). Pero hay casos verdaderamente impresionantes. El récord lo tiene el Wells Fargo Bank de Estados Unidos que tiene activos por un valor 2.646,6 veces mayor que el de su capital. Le siguen Citibank, con una relación de 1.793,3 a uno y el ING que tiene 1.550,3 dólares en activos por cada dólar de capital. En el ranking se encuentran el Banco de Santander, en el puesto 15 y con una relación de 196,9 dólares en activos por cada dólar de capital, y el BBVA, en el puesto 35 y con una relación mucho más baja, de 20,5 a uno (la lista completa puede verse en el Bankers Almanac).

El sistema de reserva fraccionaria da lugar a estos monstruos financieros que descansan sobre la nada y que es materialmente imposible que se mantengan en pie sin caer en algún momento. La historia lo ha demostrado docenas de veces.

Pero aunque el sistema es peligrosísimo, la banca ha adquirido gracias a él un poder político inmenso, diabólico, que se extiende a todos los resquicios de la sociedad y que le permite obligar a que sean los ciudadanos los que carguen con los costes multimillonarios que genera cada vez que cae.

Vivimos, pues, en un sistema que permite que la utilización de un elemento esencial para crear riqueza, empleo y satisfacción humana como el dinero, que es a la economía como la sangre al cuerpo humano, dependa exclusivamente de la voluntad de un grupo social privilegiado. Y que, además, lo utiliza de la forma más despilfarradora y costosa, creando una deuda creciente que ahoga a la vida económica.

Se mire por donde se mire, no hay más alternativa que acabar con el sistema de reserva fraccionaria y considerar el crédito como un servicio público esencial obligando a que la banca, sea de propiedad privada o pública, lo gobierne inexcusablemente bajo ese principio. Eso no solo permitiría evitar el infierno que produce cada crisis que recurrentemente provoca el sistema bancario actual, sino utilizar el dinero que es un bien común para financiar convenientemente a empresas y consumidores y que los intereses (que podrían ser mínimos o utilizados solo como instrumento de estabilización) revirtieran al Estado aliviando una parte inmensa de la actual carga fiscal.



*Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla. Autor de numerosos libros y trabajos científicos entre los que destacan últimamente Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero y Lo que debes saber para que no te roben la pensión, escrito junto a Vicenç Navarro. En público.es, 26.10.14

miércoles, 10 de enero de 2018

Rodolfo Walsh: Nota preliminar a "¿Quién mató a Rosendo?"

La publicación de mis notas en “CGT” mereció algunas objeciones, en particular de ciertos intelectuales vinculados al peronismo. Existía según ellos el peligro de que la denuncia contra un sector sindical fuese instrumentada por la propaganda del régimen contra todo el movimiento obrero. Se mencionaban precedentes: cinco días después del episodio de Avellaneda, La Prensa había publicado un editorial titulado “Entre Ellos”, que exhalaba ese odio inconfundible, a veces cómico, que profesa contra la clase trabajadora en general. Toda una cadena de editoriales posteriores, entre los que pueden señalarse los del 17 de mayo de 1967 y 20 de marzo de 1968, reflejaron la inquietud del diario ante el estancamiento del proceso judicial y su aparente deseo de que se llegara a esclarecer la verdad y sancionar a los culpables. Me encontraba pues en peligro de coincidir con La Prensa, cosa grave.

Supongo que los hechos ulteriores habrán disipado ese temor. Bastó que esta investigación efectivamente aclarara lo sucedido para que la avidez de justicia de La Prensa se aplacara y el editorialista se dedicase a la lucha contra la garrapata y la vinchuca, o a graves reflexiones sobre “Doce hombres para colocar un foco”, cuando alcanzan trescientos tontos para escribir un diario.

(Walsh, Rodolfo. ¿Quién mató a Rosendo? Nota preliminar. Buenos Aires: Ediciones de la Flor. 1984)



Nota de Philip K. Dick a su cuento "Humano es"

"Realmente no he cambiado mi forma de ver las cosas desde entonces, en los años '50. No es tu apariencia, o en qué planeta naciste. Es la clase de persona que eres. La cualidad de la bondad, para mí, es lo que nos distingue de las piedras, los palos y el metal, y así será para siempre, sea cual fuere la forma que tomemos, adonde sea que vayamos, sea lo que sea en lo que nos transformemos. Para mí, 'Humano es' es mi credo. Espero que sea el tuyo" .

(Nota de Philip K. Dick sobre su cuento corto "Humano es". Tomado de las notas introductorias a la recopilación de los cuentos cortos de Philip K. Dick, Vol. 2, página 380)



jueves, 4 de enero de 2018

Lo que Estados Unidos no es y lo que no era

Por Paul Krugman

He recibido un correo: “Paul, usted es un traidor comunista infrahumano que debería ser deportado. Es una deshonra para los fundadores de EE UU y una afrenta a la Constitución. Los republicanos creen en la protección del dinero de los trabajadores, no de los que viven de las rentas. Todos los trabajadores, ricos y pobres, deberían ser protegidos por igual de los impuestos elevados”.
 
Recibo al menos uno de estos mensajes cada día. Pero es bastante interesante leer esto justo después de reseñar el libro de Piketty, porque uno de sus argumentos es que la idea moderna de que la redistribución y el “penalizar el éxito” no es estadounidense y es antiestadounidense choca frontalmente con la historia real de nuestro país. Un apartado del libro se titula Confiscatory Taxation of Excess Incomes: An American Invention [La tributación confiscatoria de las rentas excesivas: un invento estadounidense]; Piketty muestra que EE UU en realidad fue pionero en imponer impuestos muy elevados a los ricos:  “Cuando observamos la historia de la fiscalidad progresiva en el siglo XX, resulta sorprendente ver lo muy por delante que iban Gran Bretaña y EE UU, especialmente este último, que inventó el impuesto confiscatorio sobre las rentas y las fortunas “excesivas”.
 
¿Por qué era así? Piketty señala que se debió al ideal igualitario, junto con el temor de que se crease una aristocracia hereditaria. Los impuestos elevados, especialmente sobre los patrimonios, vinieron motivados en parte por “el temor de llegar a parecerse a la Vieja Europa”. Entre los que pedían una tributación sobre el patrimonio elevada por razones sociales y políticas se encontraba el gran economista Irving Fisher.

Solo para recalcar el argumento: durante la Era Progresiva, era normal y mucha gente aceptaba apoyar los impuestos elevados a los ricos concretamente para evitar que los ricos se hiciesen más ricos, que es una postura que hoy día pocas personas en la política se atreverían a adoptar. 
 
Y como las personas que me escriben ilustran tan gráficamente, mucha gente cree actualmente que la redistribución y los impuestos elevados a los ricos se oponen a los ideales estadounidenses, y que, de hecho, son prácticamente comunistas. No tiene ni idea (y no se lo creería) de que la redistribución es, en realidad, tan estadounidense como el pastel de manzana.| 09 de abril de 2014
 
(*) Profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de Economía en  2008.

Una guerra contra los pobres

Por Paul Krugman

Las bases republicanas son conscientes de que su condición de blancos es cada vez más minoritaria. Últimamente, John Kasich, gobernador republicano de Ohio, ha hecho algunas cosas sorprendentes.
 
En primer lugar, sorteó a la asamblea legislativa de su Estado controlada por su propio partido para llevar adelante el programa Medicaid, financiado con fondos federales y una pieza importante de la reforma sanitaria de Obama.
 
Luego, en defensa de su actuación, disparó contra sus aliados diciendo: Me preocupa el hecho de que, en apariencia, se está librando una guerra contra los pobres. O sea, que si eres pobre es que, de alguna manera, eres un incompetente y un vago .
 
Evidentemente, Kasich no es el primero en hacer esta observación. Pero el hecho de que venga de un republicano bien considerado (aunque, a lo mejor, ya no tanto), precisamente de alguien que tenía fama de ser un agitador de ideas conservadoras, es revelador. La hostilidad republicana hacia los pobres y los desfavorecidos se ha exacerbado hasta tal punto que en realidad el partido ya no defiende otra cosa, y solo un observador obstinado en su ceguera puede ser incapaz de verlo.
 
La gran pregunta es: ¿Por qué? . Pero antes vamos a hablar un poco de qué está corroyendo a la derecha.
 
A veces aún veo a algunos expertos declarar que lo que mueve al Tea Party es básicamente la preocupación por los déficits presupuestarios. Fantasías. Lean el chorrero de Rick Santelli, de la CNBC: no hay ni una sola mención a los déficits. En cambio, sí una andanada contra la posibilidad de que el Gobierno ayude a los perdedores a evitar la ejecución de sus hipotecas. O lean las transcripciones de Rush Limbaugh o de otros invitados radiofónicos de la derecha. No contienen mucho acerca de la responsabilidad fiscal, pero sí acerca de cómo el Gobierno recompensa a los vagos que no lo merecen.
 
Los líderes republicanos intentan moderar un tanto su lenguaje, pero es cuestión más bien de tono que de contenido. No cabe duda de que les sigue enardeciendo la idea de asegurarse de que los pobres y los desafortunados reciben la menor ayuda posible, y de que tal como lo expresó el diputado Paul Ryan, presidente de la Comisión Presupuestaria de la Cámara de Representantes el colchón de protección social se está convirtiendo en una hamaca en la que se acuna a gente físicamente sana para que vivan de la dependencia y la complacencia . Sus propuestas presupuestarias incluyen recortes salvajes de los programas de protección social como los cupones para alientos o el programa Medicaid.
 
Toda esta hostilidad contra los pobres ha culminado con la negativa verdaderamente increíble de muchos Estados a participar en la ampliación de Medicaid. Recuerden que el Gobierno federal pagaría esta ampliación, y que el dinero que se gastase iría en beneficio de los hospitales y de la economía local tanto como de los receptores directos. Pero resulta que la mayoría de los Gobiernos de los Estados bajo control republicano están dispuestos a pagar un alto precio económico y fiscal para asegurarse de que la ayuda no llega a los pobres.
 
La cuestión es que las cosas no siempre han sido así. Retrocedamos por un momento a 1936, cuando Alf Landon fue nombrado candidato a presidente por los republicanos. En muchos sentidos, su discurso de investidura anticipaba temas que los conservadores hacen suyos hoy día. Se lamentaba de que la recuperación económica era incompleta y de la persistencia del desempleo elevado, y atribuía la debilidad crónica de la economía a una excesiva intervención del Estado y a la incertidumbre que, según él, esta provocaba.
 
Pero también dijo: De la Depresión se desprende no solo la dificultad de la recuperación, sino también el problema igualmente grave de la protección de los desempleados hasta que se alcance la recuperación. Darles asistencia en todo momento es simplemente un deber. Nosotros, los miembros de mi partido, nos comprometemos a no descuidar nunca esta obligación .
 
¿Pueden imaginarse a un candidato republicano decir algo así hoy día? Desde luego, no en un partido comprometido con la idea de que los desempleados lo tienen muy fácil; de que el seguro de desempleo y los vales de comida los tiene tan consentidos que no encuentran ninguna motivación para salir y buscar trabajo.
 
Entonces, ¿cuál es el quid de la cuestión? En un reciente ensayo, el sociólogo Daniel Little insinuaba que una de las razones es la ideología del mercado: si el mercado siempre tiene razón, entonces la gente que acaba en la pobreza es porque merece ser pobre. Y yo añadiría que algunos dirigentes republicanos representan en sus mentes fantasías libertarias adolescentes. Es como si en este momento estuviésemos viviendo en una novela de Ayn Rand , decía Paul Ryan en 2009. Pero, como afirma Little, también está el estigma que nunca se borra: la raza.
 
En un informe reciente citado en múltiples ocasiones, Democracy Corps, una organización de tendencias demócratas dedicada a los estudios de opinión, exponía las conclusiones de los grupos de debate con miembros de diferentes facciones republicanas. Descubrieron que las bases republicanas son muy conscientes de su condición de blancos en un país en el que esto es cada vez más minoritario , y que consideraban que el sistema de protección social ayuda a los otros, no a la gente como ellos, y vincula a la población no blanca al Partido Demócrata. Y, efectivamente, la ampliación del programa Medicare que muchos Estados están rechazando habría favorecido de forma desproporcionada a los negros pobres.
 
Así que es verdad que se está librando una guerra contra los pobres, coincidiendo con y ahondando en el padecimiento que ocasiona una economía con problemas. Y esa guerra es ahora el asunto central y definitorio de la política en Estados Unidos.
 
 
(*) Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de 2008. En “Bitácora” de Montevideo

"Atilio López", por Daniel Salzano



Tengo una frase que el día de mañana me servirá de contraseña para acceder al Paraíso terrenal:

– Aspiro al Paraíso, señores, porque el guarda de tranvías Hipólito Atilio López supo entregarme un boleto capicúa.

¿Cómo que qué López? El que además de Atilio, llevaba el nombre de Yrigoyen. El que pasó una buena parte de su corta vida como guarda de la línea 2, la que a ritmo de carabela unía el abismo de la calle Roma con el córner de la cancha de Belgrano. El que por expresa decisión electoral ocupó el sillón de vicegobernador de la Provincia. Y, entre otras muchas cosas – en nombre de los derechos humanos, el agua pura y la cordialidad provinciana – fue acribillado en un hotel de Buenos Aires donde, como los tauras de Borges, acaso muriera como si no le importara.

López Hipólito Atilio, vecino del pasaje Revol, alumno de la Escuela Olmos y atleta dominguero especializado en 200 metros llanos, era, ciudadanos, un gordito de mangas cortas, camisa a cuadros y bigotes peronistas, que mantenía un frasco de Glostora al alcance de la mano porque a él, el pelo le gustaba brillante y con onditas. Le gustaba tanto, en realidad, que cuando ocupaba su puesto en el tranvía, despreciaba ostensiblemente el uso de la gorra reglamentaria colgándola de un clavo. Lo que quiero decir es que su pinta era tan explícita que es el único López, en el Libro Gordo de Ilustres Argentinos, que carga un solo apellido en el currículum: López Buchardo, López Anaya, López y Planes, López Claro, López Furst, López Armentina y el Negro Atilio.

Convertido en líder sindical de los tranviarios, alcanzó la secretaría general prácticamente al mismo tiempo que, en una noche terrible, arriaron a todos los tranvías de la ciudad y los desguazaron en beneficio de unos colectivos que, desde 1969 y hasta ahora, seguimos esperando en la misma cola. Y no han pasado.

A partir de entonces y tras atravesar nadando con la cabeza fuera del agua la procelosa corriente del Cordobazo, López llegó, secundando a Obregón Cano, a ocupar la Casa de Gobierno.

Estamos hablando de 1973, ciudadanos, el año en que, por rojos, balearon hasta a los hinchas de Independiente, y que aquí, a Córdoba, lo mismo que en el poema de Kavafis, llegaron los bárbaros. Llegaron los bárbaros y Atilio López tuvo que irse para siempre. Y desde aquel día dejamos de soñar con los tranvías.

La Historia, ciudadanos, es como una casa vieja que mantiene, durante la noche, las luces encendidas. Y en su interior una explosión de susurros que proviene de los que se han ido. Para comprenderla, debemos entrar y escuchar lo que dicen. Y mirar los adornos diseminados en las estanterías y los cuadros que hay en las paredes. Y pisar la alfombra. Y contar los jarritos de aluminio que hay en la cocina. Y oler los olores. Y abrir los libros para ver si entre sus hojas se esconden pétalos de rosas.

La Historia, ciudadanos, es un boleto de tranvía.