domingo, 24 de enero de 2016

Los rufianes del FMI

Luis Casado - Politika, Chile
 
Eso de rufianes no es mío, no puedo reclamar la paternidad. Como después de la batalla todos son generales, lo han dicho sobre todo eminentes miembros de la ‘comunidad financiera’, algo acojonados al ver la fantástica reputación de estos super banqueros que –parafraseando a Heraldo Muñoz– son algo así como los “presidentes del mundo” de la banca.
 
Rodrigo Rato, alias RR
 
Rodrigo Rato llegó a a dirigir el FMI en el año 2004, apoyado entusiastamente por el socialista Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español. Zapatero lo apoyó para sacárselo de encima, aún cuando José María Aznar ya le había hecho la cruz a RR como su posible sucesor en un gobierno de derechas. Se lo propuso dos veces y dos veces Rato rechazó el ofrecimiento. Cuando finalmente se decidió, Aznar había recurrido a Mariano Rajoy y este le había ganado la mano.
 
La brillante carrera de RR hizo pues un desvío hacia Washington, en donde dirigió el FMI desde el 7 de junio de 2004 al 1 de noviembre de 2007. Viendo que había posibilidades de hacerse con el gobierno de España, Rato renunció y regresó a Madrid. Según la prensa, “…lo que para la mayoría, incluido el Gobierno español, fue un enorme chasco, esto es que Rato dimitiera como director del FMI tras solo tres de los cinco años de mandato, en 2007, para los ratistas fue un momento de euforia.” Algo así como el regreso del Jedi.
 
En todo caso RR anunció que lo que quería era ganar plata, y puso manos a la obra volviendo a la banca privada. Hasta ahí… ¿todo bien? En el año 2009, luego de algunas escaramuzas internas en el PP –partido heredero del franquismo– Rato se hizo con el poder en Caja Madrid y luego en Bankia, uno de los grandes bancos españoles. De paso fijó su propio sueldo en 2 millones 400 mil euros: tan excelente banquero no podía recibir un salario “reguleque”.
 
RR volvió a ser alguien con quién había que contar para las grandes decisiones. Sin embargo, a la cabeza de Bankia presidió su penoso y opaco hundimiento. Al banquero del mundo la tarea le quedó grande. Bankia acumuló tantas pérdidas que tuvo que ser nacionalizado: quienes pagaron la borrachera bancaria fueron los ciudadanos españoles de a pie.
 
Rodrigo Rato, el tipo de fulano que ponen en el trono del FMI para darle lecciones a los países rascas.
 
Pero el cuento no termina ahí. El 7 de mayo de 2012 el hasta entonces presidente de Bankia, Rodrigo Rato, presentó su renuncia por "estimar que es lo más conveniente para esta entidad", y declaró muy suelto de cuerpo que dejaba “una entidad sólida”. Tan sólida que hubo que inyectarle 22 mil 424 millones de euros para salvarla.
 
Entretanto, el mísero salario de Rodrigo Rato –sólo 2 millones 400 mil euros anuales por hundir el banco– le llevó a utilizar una tarjeta corporativa para pagar algunos gastos menudos: alcohol, regalos, fiestas, restaurantes… y de paso sacar dinero en efectivo.
 
Por ejemplo, 3.547 euros el 27 de marzo de 2011 bajo el concepto “Venta bebidas alcohólicas”. O bien 2.500 euros en una tienda el 11 de diciembre de 2010, y casi 1.500 euros en un billete de avión el 4 de septiembre de 2011. O un cargo por más de 2.000 euros en un viaje a esquiar el 3 de abril de 2010. En esa época, se gastó más de 1.300 euros en una tienda de lámparas de diseño del madrileño barrio de Salamanca y más de 800 euros en una marisquería. Los retiros en cajeros automáticos tampoco estaban nada mal: unos 17 mil euros extraídos de mil en mil durante su presidencia de Bankia. Y otros gastillos menores, discotecas, taxis, cosillas varias.
 
Como Rodrigo Rato, ex vicepresidente del gobierno español y ex director gerente del FMI, es español y vive en España –no en Chile– no hubo ni impunidad ni ‘justicia en la medida de lo posible’. Ahora está procesado, y pagó una millonaria fianza para no ir directamente a chirona. Los directores que le acompañaban en el saqueo, y que se gastaron cada uno medio millón de euros del dinero del banco, también están procesados.
 
La Universidad de Alicante, que le había acordado un doctorado “honoris causa”, se vio obligada a retirárselo… Ese es el peligro con los “honoris causa” inmerecidos, un día te los dan, otro día te los quitan.
 
El Partido Popular (hermanado con RN y la DC) decidió expulsar a Rodrigo Rato y a otros doce militantes abusadores de tarjetas bancarias institucionales.
 
Dominique Strauss-Kahn, alias DSK
 
Cuando Rodrigo Rato dimitió de la dirección del FMI, su sucesor fue el socialista francés Dominique Strauss-Kahn, apoyado entusiastamente por el derechista Nicolas Sarzozy, presidente de la República francesa.
 
Sarkozy necesitaba sacárselo de encima porque DSK era EL candidato que le disputaría la presidencia al terminar su mandato. Que DSK sería presidente era una suerte de secreto a voces, la elección ya estaba ganada de antemano. Para empezar, en el seno del partido socialista francés, en donde ‘Dominique’ era la rock-star indiscutida.
 
DSK asumió pues la gerencia del FMI, y a muy poco andar se metió en un lío con una subordinada a la que, luego de someterla a un derecho de pernada, despidió como un preservativo usado. El escándalo fue acallado por el FMI, que recibió las disculpas de su flamante director gerente.
 
Sin embargo, mientras sus secuaces le hacían una muy notable campaña en Francia, DSK se hacía traer prostitutas de alto vuelo al FMI, acompañadas de dos altos cargos de la policía francesa y de algún empresario. No contento con lo que más tarde daría lugar en Francia a un proceso por “proxenetismo agravado en banda organizada”, DSK aprovechó su pasó por un hotel de New York para violentar a una mucama que venía a limpiar su habitación.
 
La policía de New York le sacó de la lujosa Primera Clase del vuelo que le llevaría a París, y lo condujo esposado a un lugar de detención. Un año –y dos o tres millones de dólares de indemnización más tarde– DSK se liberó de la acusación de la mucama.
 
Pero como DSK, ex ministro de Finanzas y ex director gerente del FMI, es francés y vive en Francia –no en Chile– no hubo ni impunidad ni ‘justicia en la medida de lo posible’, y enfrenta un proceso que aun perdura por “proxenetismo agravado en banda organizada”.
 
Para ganar algún dinerín haciendo uso de sus talentos profesionales, DSK creó una consultora financiera junto a Thierry Leyne, un asociado providencial, sociedad que llamaron LSK, por Leyne, Strauss-Kahn & partners. Como era de esperar, la consultora fue creada en Luxemburgo, EL paraíso fiscal de la Unión Europea.
 
Pero se ve que el dios Mercurio –dios de los mercaderes y los ladrones– no está con DSK: a poco andar su socio Thierry Leyne se suicidó y la situación financiera de la empresa se degradó a tal punto que su presidente, DSK, dimitió.
 
Hace unos días, el 5 de noviembre, la consultora LSK se declaró en cesación de pagos, como una concesionaria del Transantiago cualquiera. La explicación fue simple: el socio suicidado habría cometido algunas indelicadezas con el billete… y tú ya sabes, pasa lo que pasa.
 
Dominique Strauss-Kahn, el tipo de fulano que ponen en el trono del FMI para darle lecciones a los países rascas, estuvo en el cargo desde el 1 de noviembre de 2007, hasta el 18 de mayo de 2011, fecha en la que renunció por los motivos ya expuestos.
 
Christine Lagarde
 
Como Dominique Strauss-Kahn, su sucesora a la cabeza del FMI también había sido ministro de finanzas de Francia. Pero no es economista –un punto a su favor– sino abogado.
 
Nicolas Sarkozy, quién la puso a cargo de las finanzas francesas, solía decir: “Lo único que Christine hace bien es hablar inglés”. Antes de entrar en política, Christine trabajó durante años en un bufete de abogados de negocios en New York.
 
Parte del legado de Christine Lagarde y Nicolas Sarkozy consiste en un aumento de la deuda pública de 600 mil millones de euros, incremento que fue acompañado en su día por una fuerte baja de los impuestos que pagaban los más ricos. Pecata minuta.
 
Mientras era ministro de finanzas, Christine Lagarde tuvo que intervenir en un diferendo entre el Estado y Bernard Tapie, un rufián dedicado a los negocios, uno de esos filibusteros de las finanzas que fascinaban al presidente François Mitterrand a tal punto que lo nombró ministro durante su segundo mandato.
 
Bernard Tapie salió directamente de su ministerio a la cárcel, porque en su calidad de propietario del Olympique de Marsella (OM), popular club de fútbol galo, había comprado árbitros, jugadores adversos, dirigentes y partidos para ganar una Copa europea.
 
El caso es que mientras estaba en cana y su imperio se hundía, un banco vendió una de sus joyas, la empresa Adidas, y Bernard Tapie estimó haber sido estafado. Así como lo lees.
 
La justicia no le dio la razón, pero como la fidelidad política de Bernard Tapie se ejerce a título oneroso y en las últimas elecciones había apoyado a Nicolas Sarkozy, le cobró el favor.
 
De ese modo Christine Lagarde, en su calidad de ministro de Finanzas, aprobó la creación de una comisión de arbitraje que pasó por encima de la justicia, acordándole a Bernard Tapie una reparación superior a los 400 millones de euros (520 millones de dólares), la mayor parte de la cual estaba destinada a reparar “perjuicios morales” (sic).
 
Hasta ahí… ¿todo bien? Christine Lagarde se fue al FMI.
 
Pero como Christine Lagarde, ex ministro de Finanzas de Francia y ex directora gerente del FMI, es francesa y vive en Francia –no en Chile– no hubo ni impunidad ni ‘justicia en la medida de lo posible’: la justicia francesa descubrió que la comisión de arbitraje estaba integrada por algún esbirro de Bernard Tapie, y que la famosa “reparación” de 400 millones de euros había sido una estafa.
 
El domicilio parisino de doña Christine Lagarde fue allanado, y la directora gerente del FMI fue inculpada “sólo” por negligencia, pero inculpada al fin y al cabo en un proceso por daño al erario público, y su suerte depende del silencio de algún ex colaborador.
 
Christine Lagarde, el tipo de fulana que ponen en el trono del FMI para darle lecciones a los países rascas, rehúsa dimitir de su cargo en el FMI.
 
Cuando en la TV veas a los “expertos” financieros que vienen a comentar la importancia del agua en la navegación, pregúntate por qué no mencionan estos hechos. Ellos, que se llenan la boca con los “mercaos…” y las previsiones del FMI. La pregunta conlleva la respuesta.

Gramsci: "Las grandes ideas"

Antonio Gramsci, en "Pasado y presente"

Las grandes ideas y las fórmulas vagas. Las ideas son grandes en cuanto son realizables, o sea, en cuanto aclaran una relación real inmanente a la situación, y la aclaran en cuanto muestran concretamente el proceso de actos a través de los cuales una voluntad colectiva organizada da a luz esa relación (la crea ) o, una vez manifiesta, la destruye y la sustituye. Los grandes proyectistas charlatanes son charlatanes precisamente porque no saben ver los vínculos de la "gran idea" lanzada con la realidad concreta, no saben establecer el proceso real de actuación. El estadista de categoría intuye simultáneamente la idea y el proceso real de actuación: redacta el proyecto junto con el "reglamento" para la ejecución. El proyectista charlatán procede tentando y volviendo a probar: son las "idas y venidas" de la fábula. 

¿Qué quiere decir "conceptualmente" que hay que añadir al proyecto un reglamento? Quiere decir que el proyecto tiene que ser comprendido por todo elemento activo, de tal modo que vea cuál tiene que ser su tarea en la realización y actuación: que el proyecto, al sugerir un acto, permita prever sus consecuencias positivas y negativas, de adhesión y de reacción, y contenga en sí mismo las respuestas a esas adhesiones y reacciones, ofreciendo, en suma, un campo de organización. Este es un aspecto de la unidad de la teoría y la práctica.

Corolario: todo gran político tiene que ser necesariamente también un gran administrador, todo gran estratega un gran táctico, todo gran doctrinario un gran organizador. Este puede ser incluso un criterio de valoración: se juzga al teórico, al productor de planes, por sus cualidades de administrador, y administrar significa prever los actos y las operaciones, incluso los "moleculares" (y los más complejos también, claro está) necesarios para la realización del plan.

Como es natural, también es verdad la recíproca: hay que saber subir desde el acto necesario hasta el principio correspondiente. Críticamente es ese proceso de suma importancia. Se juzga por lo que se hace, no por lo que se dice. Constituciones estatales > leyes > reglamentos: son los reglamentos, o incluso su aplicación (que se hace mediante circulares), los que indican la real estructura política y jurídica de un país y de un Estado.

(C. XXVIII; PP 4-5.)

SOS Argentina: el mensaje a los mercados

Por Luis Casado – Politika, Chile
Ya estamos: el cambio llegó, por fin, a Argentina. ¿Cambio? Mauricio Macri posa de liberal, en fin, de neoliberal: su ciencia infusa, su panacea universal, su “como pomada” de Don Quijote, esa que cura todo al instante, es “devolverle la confianza a los mercados”.
Hace casi cuarenta años que los regentes del burdel planetario ocupan lo esencial de su tiempo y de su sabiduría en “devolverle la confianza a los mercados” y aquí estamos, sin salir de una crisis para entrar en otra, concentrando la riqueza en pocas manos a tal punto que los economistas serios (sí, sí, también existen) pueden afirmar que de un lado asistimos a una pauperización progresiva de la especia humana, y del otro a la proliferación de un puñado de émulos de Creso, último rey de Lidia –de la dinastía de los mermnadas – cuyo reino estuvo marcado por los placeres y las guerras, ¿acaso no es lo mismo si uno mismo no va a la guerra?, que terminó por cagarla destruyendo su propio imperio.
Tú ya sabes, la Historia suele repetirse, pero lo que en su primera versión fue un drama, reaparece en plan farsa, con – en los roles protagónicos – farsantes eminentes. Macri, decía yo, quiere devolverle la confianza a los mercados, o sea a los Creso, a los que terminarán por destruir hasta los cimientos de lo que alguna vez llamaron civilización.
Para que no pretextes desconocimiento, te recuerdo lo que escribió Étienne de la Boétie allá por el año 1547, en su célebre “Discurso de la servidumbre voluntaria”:
El ardid de los tiranos que consiste en embrutecer a sus vasallos nunca fue tan evidente como en la conducta de Ciro hacia los Lidios después de que se apoderase de su capital y tomase cautivo a Creso, su riquísimo rey. Le llevaron la noticia de que los habitantes de Sardes se habían rebelado. No hubiese tardado en someterles a la obediencia. Pero no queriendo saquear una ciudad tan bella ni verse obligado a mantener allí un ejército para dominarla, se le ocurrió un método admirable para asegurarse de su posesión. Implantó burdeles, tabernas y juegos públicos, y luego publicó un mandato que obligaba a los ciudadanos a asistir a ellos. Los resultados fueron tan satisfactorios que nunca más tuvo que sacar la espada contra los Lidios. Esos miserables se dedicaron a inventar toda suerte de juegos de modo tal que, de su gentilicio los Latinos formaron la palabra con la cual designaron lo que llamamos pasatiempos, y que ellos llamaron Ludi por deformación de Lidia.
(Étienne de la Boétie. Discurso de la servidumbre voluntaria).
Ya ves, la farándula no nació ayer, el objetivo sigue siendo el mismo, los miserables sometidos siguen sometidos, con el morbo agregado que en el tiempo presente, hacia fines de año, le juntan plata a la Teletón. Noviembre suele ser un mes en el que los mercados, encabezados – en el campo de flores bordado – por la CMPC, recuperan la confianza.
Macri lo va a tener fácil. Bastaba con nombrar un ministro de Hacienda proveniente de un banco. Agregando, aquí y allí, un poquillo de diversión, de recreo y de solaz para hacer pasar la píldora. En lo que concierne al ministro de Hacienda, ya está, nombró a Alfonso Prat Gay, empollado por JP Morgan.
En materia de confianza, JP Morgan y otros filibusteros como Goldman Sachs, HSBC, Deutsche Bank, Barclays, Royal Bank of Scotland, UBS, Citigroup, Bank of America y la Société Générale, son especialistas, o como dice la Lingua Comoediae Chilensis, “expertos”.
Nadie mejor que ellos para restablecer la confianza, visto que su Hermandad de corsarios, piratas y bucaneros determina qué trampas, trucos y pillerías pueden traer decenas de miles de millones de dólares de lucro a compartir, de la manipulación del Libor y el Euribor a la colusión en materia de tasas de interés para créditos inmobiliarios, privatizaciones dolosas, funámbulos LBOs, quiebras fraudulentas diversas y variadas, y otras delicias de los mercados financieros como la gozada de los productos financieros derivados.
Cuando los mercados sienten titilar en las cercanías de sus nalgas algo parecido a la desconfianza, utilizan el recurso del método: imponen algún “experto” de sus filas en los gobiernos de turno, dizque democráticos.
Fue el caso en Grecia con Lukas Papademos, en Italia con Mario Monti, y con Mario Draghi en el Banco Central Europeo. Los tres venían de Goldman Sachs. ¿Te sorprende? Los tres estuvieron involucrados en la manipulación de las cuentas del Estado griego, para hacerle entrar con forceps en el euro, lo que provocó la interminable agonía de la economía helena y su caída en los infiernos de la deuda impagable.
Los gobiernos yanquis pueden exhibir todo un catálogo de piratas venidos de la banca a administrar las platas públicas. Larry Summers es uno de esos numeritos, pero tal vez el peor sea Henry Paulson, nombrado Secretario del Tesoro por George W. Bush para hacerle frente a la crisis provocada por la estafa de los créditos subprime, estafa inventada e iniciada por un cierto Paulson Henry a la cabeza de Goldman Sachs.
Hoy el gobierno europeo (la Comisión Europea) es presidido por Jean Claude Juncker, bucanero que durante más de treinta años se dedicó al fraude fiscal planetario en escala industrial, como ministro de finanzas de Luxemburgo primero, y luego como primer ministro de ese paraíso fiscal.
Si Francia tuvo un presidente de la república venido directamente del Banco Rotschild (Georges Pompidou), su actual ministro de economía, nombrado por el muy socialista François Hollande, fue extraído del mismo banco.
Ya ves, la confianza de los mercados merece que un filibustero se haga cargo de la Hacienda pública, y Mauricio Macri lo tiene claro. Ahora puedes comprender por qué la Bolsa de Buenos Aires comenzó a subir como espuma.
Macri espera que los más de 200 mil millones de dólares que los Creso locales tienen apozados en el extranjero, regresen a reproducirse en Argentina al calor de la confianza recobrada, es el caso de decirlo.
La recuperación económica de Argentina ya es como si estuviese hecha. La recuperación económica de los argentinos es otra cosa, y le vale madre a Macri y a la madre de Macri.
Un consejo: si un día llegas al gobierno, en fin a un gobierno, y no encuentras ningún corsario bancario que poner a mangar en los presupuestos públicos, te queda el recurso del semillero del FMI. O en estricto rigor del Banco Mundial. Ya nombrado tu ministro de Hacienda, sólo te queda copiar al Ciro del año 546 de antes de nuestra era: implanta burdeles, tabernas, juegos públicos, teletones, fútbol, conciertos de rock y de reggaetón. Parece que todo eso divierte al personal, lo atonta y termina aplaudiendo.

Varoufakis: "Cuando los resultados de las urnas no gustan al 'establishment', la democracia se ve amenazada"

Varoufakis: "Cuando los resultados de las urnas no gustan al 'establishment', la democracia se ve amenazada"
 
El exministro de Finanzas griego aboga por un movimiento paneuropeo que aúne el voto de protesta y ejerza presión en todos los países de la UE. "Si Podemos entra en el Gobierno, lo hará bajo las mismas condiciones impuestas por la Troika a Syriza", advierte.
 
NICK BUXTON
Publico.es
 
ATENAS.- "Los enemigos de la democracia han sido y son los que tienen poder económico", explica el exministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis en una jugosa entrevista realizada por Transnational Institute como parte de su informe State of Power, que analiza las fuerzas globales que controlan el poder y vislumbra las formas para avanzar en la justicia social. El profesor de Economía y autor de El minotauro global también habla de la posibilidad de que Podemos alcance el Gobierno y se muestra convencido de la necesidad de articular un movimiento paneuropeo que aúne el voto de protesta para evitar que termine disipándose.
 
Periodista: ¿Cuáles considera que son las principales amenazas a la democracia hoy en día?

Varoufakis: La amenaza a la democracia siempre se ha encontrado en el desdén que siente por ella el establishment. La democracia, por su propia naturaleza, es muy frágil y la antipatía que le profesa el establishment siempre es muy marcada; por eso este siempre ha intentado anularla.
Esta historia se remonta a la antigua Atenas, cuando el desafío de establecer una democracia era enorme. La idea de que los pobres libres, que eran la gran mayoría, podían asumir el control del gobierno siempre fue disputada. Platón escribió La República como un tratado contra la democracia, abogando por un gobierno de expertos.

En la misma línea, en el caso de la democracia estadounidense, si lees El Federalista y a Alexander Hamilton, te darás cuenta de que se trataba de un intento de contener la democracia, no de impulsarla. La idea detrás de una democracia representativa era que los mercaderes representaran al resto, ya que se consideraba que la plebe no estaba a la altura de poder decidir importantes asuntos de Estado.

Hay infinidad de ejemplos. Mira lo que le sucedió al Gobierno de Mosaddeq en el Irán de la década de 1950 o al Gobierno de Allende en Chile. Siempre que las urnas dan unos resultados que no gustan al establishment, el proceso democrático se ve invalidado o amenazado con ello. Si lo que me preguntas es quiénes son y siempre han sido los enemigos de la democracia, la respuesta es que los que tienen poder económico.
 
P: Parece que este año la democracia está siendo especial blanco de ataques por parte de ese poder tan establecido. ¿Comparte esta impresión?
 
V: Este año es especial en este sentido, ya que tuvimos la experiencia de las elecciones en Grecia, en que la mayor parte de los griegos decidió apoyar un partido contrario al establishment, Syriza, que llegó a la presidencia plantándole cara al poder y cuestionando el orden establecido en Europa.

Cuando la democracia produce lo que el establishment desea oír, esta no es un problema. Pero cuando genera fuerzas y demandas en contra del establishment, ahí es cuando la democracia se convierte en una amenaza. Fuimos elegidos para hacer frente a la Troika de los acreedores y fue entonces cuando la Troika dejó muy claro que no se puede permitir que la democracia cambie nada.
 
P: De su experiencia como ministro de Finanzas griego, ¿qué aprendió sobre el carácter de la democracia y el poder? ¿Qué cosas le sorprendieron especialmente?

V: Asumí el cargo sabiendo lo que podía esperar. No me hacía ilusiones. Siempre supe que las instituciones de la Unión Europea en Bruselas, el Banco Central Europeo y todos los demás se crearon, de forma deliberada, como zonas al margen de la democracia. No era que un déficit democrático estuviera ganando terreno en la UE; desde la década de 1950, la UE se estableció fundamentalmente como un cártel de la industria pesada, y más tarde atrajo a los agricultores, especialmente a los franceses. Y su administración era la de un cártel; nunca se concibió como el principio de una república o de una democracia donde seamos nosotros, los pueblos de Europa, los que llevemos la batuta.

En cuanto a su pregunta, me sorprendieron un par de cosas. La primera fue el descaro con el que se me hizo saber que la democracia era algo irrelevante. Ya en la primera reunión del Eurogrupo a la que asistí —representando a un Gobierno recién elegido cuyo mandato se debía respetar en cierta medida y que debía contribuir al debate sobre qué políticas económicas se deberían aplicar a Grecia—, cuando intenté plantear un argumento que creí que nadie podría rebatir, me quedé de piedra al oír al ministro de Finanzas alemán decirme, literalmente, que no se puede permitir que unas elecciones modifiquen la política económica.

En otras palabras: que la democracia está muy bien siempre que no amenace con cambiar algo. Aunque esperaba que ese fuera el tono general, no estaba preparado para escucharlo tan descaradamente.

La segunda cosa para la que diría que estaba menos preparado fue, parafraseando la famosa expresión de la banalidad del mal acuñada por Hannah Arendt, la banalidad de la burocracia. Esperaba que los burócratas de Bruselas despreciaran la democracia, pero suponía que se mostrarían afables y que demostrarían estar técnicamente cualificados. En lugar de ello, me sorprendió comprobar lo banales que eran y, desde un punto de vista tecnocrático, lo mediocres que eran.
 
P: Así pues, ¿dónde se halla el poder en Europa?

V: Lo más importante que uno puede destacar sobre la UE es que todo el operativo en Bruselas se basa en un proceso de despolitización de la política, de tomar lo que son, fundamental e irrevocablemente, decisiones políticas y arrojarlas al ámbito de una tecnocracia que se rige por reglas y por un enfoque matemático. Esta es la pretensión de que las decisiones sobre las economías europeas son simples problemas técnicos que necesitan soluciones técnicas, y que dependen de unos burócratas que siguen unas reglas preestablecidas, como si fuera una fórmula matemática.

Así que cuando intentas politizar el proceso, acabas con una forma de hacer política especialmente tóxica. Por ponerle solo un ejemplo: en el Eurogrupo, estábamos discutiendo la política económica con respecto a Grecia.
El programa que heredé como ministro de Finanzas fijaba el objetivo de alcanzar un superávit presupuestario primario del 4,5% del PIB, un porcentaje que a mí me parecía escandalosamente alto. Y lo que hice fue poner en tela de juicio ese objetivo, basándome en argumentos teóricos macroeconómicos y puramente técnicos.

En seguida me preguntaron cuál creía yo que debía ser el superávit primario. E intenté dar una respuesta sincera, diciendo que era algo que se debía estudiar a la luz de tres factores y cifras clave: la inversión en relación con el ahorro, el calendario de los pagos de la deuda y el déficit o superávit por cuenta corriente. Intenté explicar que, si queríamos hacer que el programa griego funcionara después de cinco años de estrepitoso fracaso, que había llevado a la pérdida de casi un tercio de la renta nacional, debíamos analizar estas variables en su conjunto.

Pero me dijeron que las reglas dicen que solo debíamos tener en cuenta un número. Y yo contesté: ¿Y entonces, qué hacemos? Si tenemos una regla que no funciona, deberíamos cambiarla. La respuesta fue: "¡Una regla es una regla!". A lo que repliqué diciendo: Sí, esta es la regla, ¿pero por qué tiene que seguir siéndolo? 

Llegados a ese punto, recibí una respuesta tautológica: "Porque es la regla".

Esto es lo que pasa cuando te apartas de un proceso político y abrazas un proceso basado en reglas: acabamos con un proceso de despolitización que conduce a una forma tóxica de hacer política y a un mal planteamiento económico.

Otro ejemplo que podría darle es cuando, en cierto momento, estábamos discutiendo el programa griego y debatiendo la redacción de un comunicado que debía salir de esa reunión del Eurogrupo. Yo dije: De acuerdo, hablemos de la estabilidad financiera, de la sostenibilidad fiscal —de todas las cosas que la Troika y otros querían decir—, pero hablemos también de la crisis humanitaria y del hecho de que estamos lidiando con problemas como una situación generalizada de hambre. La respuesta que recibí es que eso sería "demasiado político". Que no podíamos incluir unos "términos tan políticos" en el comunicado. Así que los datos sobre la estabilidad financiera y el superávit presupuestario estaban bien, pero los datos sobre el hambre y el número de hogares sin acceso a electricidad y calefacción en invierno no lo estaban, ya que eran "demasiado políticos".
 
P: ¿Pero todo este intento de despolitización no es profundamente político al fin y al cabo? No debemos olvidar que el neoliberalismo es un proceso político.

V: Pero ellos no lo ven así. Se han convencido de que ciertas reglas pertenecen a variables y ecuaciones naturales, y que todo lo demás no es importante ni pertinente. Así es como lo conciben.
 
P: ¿La democracia en Europa siempre estuvo destinada al fracaso o se han desarrollado procesos o iniciativas concretos que la han socavado, como el Tratado de Maastricht?

V: Lo que le voy a explicar ahora es más o menos el tema de mi libro, que se publicará en inglés en abril y cuyo título se podría traducir como ¿Y los pobres sufren lo que deben? La crisis de Europa, el futuro económico de Estados Unidos. El título está tomado del antiguo escritor griego Tucídides y el debate que relata entre los generales atenienses y los melios derrotados, a los que los generales acabaron aplastando.

Lo que quiero decir es lo siguiente. A diferencia del Estado estadounidense, alemán o británico, que surgieron de siglos de evolución, durante los que el Estado fue desarrollándose como un instrumento funcional para resolver diferentes tipos de conflictos sociales, la UE no siguió esa misma trayectoria.

Pensemos, por ejemplo, en el Estado británico. La Revolución Gloriosa de 1688 perseguía imponer restricciones al poder de la monarquía como consecuencia de unas serie de enfrentamientos entre los barones y el rey. Las reformas posteriores fueron fruto de conflictos entre los aristócratas y los mercaderes y, después, entre los comerciantes y la clase trabajadora. Así es como se desarrolla un Estado normal y así fue como se materializaron las democracias liberales.

Pero la UE no ha seguido una trayectoria parecida. Su creación, como comentaba antes, tuvo lugar en 1950 en tanto que Comunidad Europea del Carbón y del Acero, que era básicamente un cártel como la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo). Y Bruselas se estableció como administradora de ese cártel. Por lo que fue algo muy distinto de un Estado. No se trataba de apaciguar los enfrentamientos entre clases y grupos sociales. La razón de ser de un cártel es estabilizar los precios y limitar la competencia entre sus miembros.

En un principio, el reto de Bruselas consistía en estabilizar el precio del carbón y del acero, y después del resto de materias primas y bienes, en un cártel que abarcaba varios regímenes monetarios y, por lo tanto, seis tipos de cambio distintos. Sin unos tipos de cambio estables entre las divisas de esta unión, habría resultado imposible estabilizar los precios del cártel europeo entre sus seis miembros originales. Mientras funcionó el sistema de Bretton Woods (que vinculaba los tipos de cambio al dólar, cuyo valor estaba fijado en 35 dólares por onza de oro), mantener las divisas europeas alineadas entre sí era algo automático. Pero cuando el secretario del Tesoro estadounidense, John Connally, y otros actores hicieron volar por los aires este sistema en 1971, los tipos de interés de distintos países europeos se desequilibraron.

El marco alemán empezó a subir, la lira italiana empezó a bajar y el franco francés empezó a hacer todo lo posible para evitar seguir el camino de la lira. Esto dio lugar a grandes fuerzas que podían generar el desmembramiento de la UE. Bruselas ya no podía estabilizar su cártel. Y de ahí es de donde surgió la necesidad de crear una moneda común.

Desde principios de la década de 1970, en Europa se habían producido varios intentos, aunque infructuosos, de sustituir el tipo de cambio fijo, que hasta entonces controlaban los estadounidenses, con un sistema europeo. El primero fue el mecanismo conocido como Serpiente Monetaria Europea en 1972; en la década de 1990, por supuesto, tuvimos el Mecanismo Europeo de Cambio y después, finalmente, de 1992 a 1993, se introdujo el euro con el Tratado de Maastricht, que vinculaba monetariamente a varios Estados europeos bajo una sola divisa, una moneda única.

Pero en el momento en que dieron ese paso (sin contar con forma alguna de gestionar políticamente esta zona monetaria), de repente el proceso de despolitización de la política (que siempre fue una parte integrante de la Unión Europea) cobró una tremenda fuerza y empezó a destruir la soberanía política.

Una de las pocas personas que entendió esto muy bien no era de la izquierda, sino de la derecha. Me refiero a Margaret Thatcher, que lideró la oposición a la moneda única y que, de hecho, expuso sus peligros muy claramente. Yo era contrario a Thatcher en todo lo demás, pero sobre este tema tenía razón. Thatcher decía que la persona que controla el dinero, la política monetaria y los tipos de interés controla la dinámica política de la economía social. El dinero es político y solo puede ser político, y cualquier intento por despolitizarlo y entregárselo a un puñado de burócratas de Frankfurt (donde se encuentra la sede del Banco Central Europeo) a los que nadie ha elegido y que no deben rendir cuentas constituye, de hecho, un acto de abdicación de la democracia.
 
P: ¿Por qué Thatcher fue la única voz que se opuso a la iniciativa, teniendo en cuenta que esta protegía los intereses neoliberales de los que tan acérrima defensora era ella misma?

V: Thatcher era una conservadora, una tory. Aunque era una pionera del neoliberalismo, también creía en la soberanía y el control del Parlamento sobre el proceso político. Para ella, el neoliberalismo era un proceso político en el que creía, pero no por eso dejaba de ser importante que el Parlamento británico pudiera controlar la dinámica política del neoliberalismo. La eurozona no tenía ni tiene un Parlamento. El Parlamento Europeo es un chiste cruel, ya que no existe como un verdadero Parlamento. Es, en el mejor de los casos, un simulacro de Parlamento, no un Parlamento real.

Así que para una tory británica, para la que la legitimidad de la democracia emana de la legitimidad del poder soberano, del Parlamento, el euro se dibujaba como una zona monetaria predestinada al más absoluto fracaso.

Curiosamente, uno de mis mayores defensores mientras fui ministro de Finanzas de Grecia fue un exministro de Thatcher y en su día ministro de Hacienda tory, Norman Lamont. Incluso nos hemos hecho amigos. Lo que tenemos en común es un compromiso con la democracia. Tenemos opiniones muy distintas sobre qué tipo de políticas se deberían aplicar en el marco del sistema de gobierno, pero estaba indignado por la forma en que unos funcionarios no elegidos han gestionado las políticas monetarias y fiscales de Grecia, y han arrasado por completo con su economía.
 
P: Entonces, teniendo en cuenta que el Reino Unido se mantuvo al margen del euro, ¿no se ve afectado por las políticas de la eurozona?

V: Bueno, como sabemos, Gran Bretaña está viviendo las primeras etapas de una campaña para un referendo sobre la pertenencia a la UE. Se trata de un debate muy emotivo. Estoy convencido de que para los británicos fue maravilloso quedarse fuera del euro, un verdadero golpe de suerte. Pero dicho esto, su economía está totalmente determinada por la prisión de la eurozona, así que la idea de que pueden escapar de su influencia votando a favor de abandonar la UE es demasiado optimista. No pueden irse.

Ahora bien, los conservadores británicos que están abogando por salir de la UE arguyen que no necesitan a la Unión Europea; que pueden gozar del Mercado Común sin someterse a las restricciones que impone Bruselas. Pero este es un argumento muy discutible, ya que el Mercado Común no se puede imaginar sin una protección común para los trabajadores, formas comunes de evitar la explotación de la mano de obra o normas comunes para el medio ambiente y la industria.

Así que la idea de que puedes gozar de un Mercado Común sin una unión política choca con la realidad política de que la única forma de garantizar un libre comercio hoy en día es contar con una legislación común en materia de patentes, estándares industriales, normas para la competencia, etcétera.

¿Y cómo puedes tener esta legislación a no ser que esté controlada por algún tipo de institución o proceso democrático que sea aplicable en todas las jurisdicciones? Así que si rechazas la posibilidad de que exista una Unión Europea democratizada, también rechazas la posibilidad de un Parlamento británico soberano y acabas con tratados comerciales espantosos, como el TTIP (Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión).
 
P: Así pues, ¿dónde se halla el poder en Europa?

V: Esta es una pregunta interesante. A primera vista, las únicas personas poderosas en Europa son Mario Draghi, jefe del Banco Central Europeo, y Angela Merkel, la canciller alemana. Pero dicho esto, ni siquiera ellos son tan poderosos. He visto a Mario Draghi sumamente frustrado en reuniones del Eurogrupo, por lo que se estaba diciendo, por su propia impotencia, por tener que hacer cosas que opinaba que eran terribles para Europa.

Al mismo tiempo, es evidente que Angela Merkel se siente limitada por las demandas de su propio Parlamento, por su propio partido y por la necesidad de mantener una especie de convivencia con los franceses con la que no está de acuerdo.

Así que la respuesta a su pregunta es que hemos conseguido crear un monstruo en Europa, donde la eurozona es sumamente poderosa como entidad pero donde nadie está al mando. Las instituciones y normas que se han establecido para mantener el equilibrio político que desplegó todo el proyecto del euro menoscaban prácticamente a cualquier actor que tenga algo que ver con la legitimidad democrática.
 
P: ¿Pero este proceso no ha otorgado un enorme poder a los mercados financieros?

V: Los mercados financieros no tienen más poder en Europa que en los Estados Unidos o en cualquier otro lugar.

Volvamos a 2008. Ese año, tras años de despilfarro del sector financiero y la creación de un crédito criminal por su parte, las instituciones financieras implosionaron y los capitanes de las finanzas se dirigieron a los Gobiernos y les pidieron: "Salvadnos". Y eso es lo que hicimos, traspasando un enorme valor de los contribuyentes a los bancos.

Esto sucedió en los Estados Unidos y en Europa; ahí no hubo ninguna diferencia sustantiva. El problema es que la arquitectura de la UE, y del euro en particular, era tan lamentable que este traspaso masivo de valor de los contribuyentes (y, especialmente, de los sectores más débiles de la sociedad) a los bancos no fue suficiente para estabilizar el sistema financiero.

Déjeme ponerle un ejemplo. Compare el estado de Nevada con Irlanda. Puede que su clima sea muy distinto, pero ambos territorios son de igual tamaño en términos de población y tienen economías parecidas. Ambas economías se basan en el sector inmobiliario, en el sector financiero y en atraer a grandes empresas con unos impuestos sobre sociedades muy bajos.

Después de 2008, ambas economías entraron en una profunda recesión, que afectó fundamentalmente al sector inmobiliario y a la industria de la construcción, a promotores que quebraron cuando los precios de la vivienda se hundieron con el mercado de las hipotecas de alto riesgo y la consiguiente crisis del crédito.

La diferencia está en la capacidad que tuvieron para responder. Imagine que las zonas del dólar en los Estados Unidos se hubieran construido de la misma forma que la eurozona. El estado de Nevada tendría que haber buscado el dinero necesario para rescatar a los bancos y, además, pagar el subsidio de desempleo a los trabajadores de la construcción en paro; y todo eso sin ayuda de la Reserva Federal. En otras palabras, Nevada tendría que haber pasado la gorra para poder tomar prestado del sector financiero. Como los inversores sabrían que el gobierno de Nevada no tiene un Banco Central como respaldo, o no concederían préstamos al estado o no lo harían con unos tipos de interés razonables. Así que Nevada quebraría, y también sus bancos, y la gente de Nevada perdería el subsidio de desempleo o los servicios de salud y educación.

Imagine, entonces, que el estado acudiera al Banco Federal, con la gorra en la mano, y pidiera ayuda. Y suponga que la Reserva Federal le dijera que le garantizaría el rescate y le prestaría dinero con la condición de que recortara los salarios, las pensiones, los subsidios de desempleo y las pensiones un 20%.

Eso permitiría al estado de Nevada cumplir con sus pagos en el corto plazo, pero la austeridad y la rebaja de las rentas y las pensiones reduciría los ingresos del estado hasta tal punto e incrementaría la deuda por los préstamos del rescate que Nevada habría tocado fondo. Si eso hubiera sucedido en Nevada, habría sucedido también en Missouri, en Arizona, desencadenando un efecto dominó en todos los Estados Unidos.

Lo que quiero decir es lo siguiente. No existe ninguna diferencia en lo que se refiere a la importancia del sector financiero y su tiranía sobre la democracia en los Estados Unidos o en Europa; la diferencia estriba en que los Estados Unidos cuentan con unas instituciones consolidadas que están en mejor disposición de abordar crisis como estas y evitar que se acaben convirtiendo en una crisis humanitaria. Los estadounidenses aprendieron la lección en la década de 1930. El New Deal estableció instituciones que actúan como amortiguadores, mientras que en Europa hemos vuelto a donde estábamos en 1929. Estamos permitiendo que esta austeridad competitiva y los préstamos del rescate destruyan a un país tras otro, hasta que la Unión Europea se vuelva en su propia contra.
 
P: ¿Así que llegó el momento de promover la salida del euro? ¿La recuperación de la divisa nacional no ofrecería más posibilidades de alcanzar una transparencia democrática?

V: Esa es, por supuesto, una lucha abierta que mantengo con mis camaradas en Grecia. Yo crecí en una economía capitalista periférica griega bastante aislada, con nuestra propia moneda, el dracma, y una economía con cuotas y aranceles que impedía la libre circulación de bienes y capitales. Y le puedo asegurar que era una Grecia bastante desoladora; nada más lejos de un paraíso socialista. Así que la idea de que debemos volver al Estado-nación para crear una sociedad mejor me resulta especialmente absurda y poco plausible.

Eso sí, ojalá no hubiéramos creado el euro; ojalá hubiéramos mantenido nuestras monedas nacionales. Es cierto que el euro fue un desastre. Creó una unión monetaria que estaba destinada al fracaso y que acarreó unas penurias indecibles para los pueblos de Europa. Pero dicho esto, es distinto decir que no deberíamos haber creado el euro que decir que ahora deberíamos salir de él. Por eso que, en matemáticas, llamamos histéresis. Es decir: salir del euro no nos hará volver a donde estábamos antes de entrar en él ni a donde estaríamos de no haber entrado en él.

Hay quien se refiere al ejemplo de Argentina, pero Grecia no se encontraba en la misma situación que Argentina en 2002. No tenemos una divisa que devaluar con respecto al euro. ¡Tenemos el euro! Salir del euro significaría crear una nueva divisa, lo cual llevaría aproximadamente un año, para después poder devaluarla.

Eso sería como si Argentina hubiera anunciado la devaluación de su moneda con doce meses de antelación. Y eso sería catastrófico, porque si avisaras a los inversores con tanto tiempo —o incluso a los ciudadanos de a pie—, lo liquidarían todo; sacarían el dinero anticipándose a la devaluación y en el país no quedaría absolutamente nada.

Incluso si pudiéramos volver colectivamente a nuestras respectivas monedas nacionales en toda la zona euro, países como Alemania, cuya divisa fue suprimida como consecuencia del euro, verían cómo se dispara su tipo de cambio. Esto significaría que Alemania, que en estos momentos tiene una tasa de desempleo muy baja, pero un alto porcentaje de trabajadores pobres, vería cómo esos trabajadores pobres se convertirían en desempleados pobres. Y esto se repetiría en todos los países del noreste de Europa y de Europa Central, en los Países Bajos, Austria, Finlandia… en lo que yo llamo los países con superávit.

Mientras tanto, en lugares como Italia, Portugal y España, y también en Francia, se produciría una caída muy drástica de la actividad económica (por la crisis en países como Alemania) y, al mismo tiempo, un gran aumento de la inflación (ya que las nuevas divisas en esos países se devaluarían de forma muy significativa, provocando un incremento en los precios de las importaciones, del petróleo, la energía y los productos básicos).

Así que, si volvemos al espíritu del Estado-nación, nos encontraremos con una línea de fractura en algún lugar no muy lejos del río Rin y los Alpes. Todo lo que quedara al este del Rin y al norte de los Alpes se convertiría en una economía deprimida y el resto de Europa se encontraría en una zona de estanflación, de altos niveles de desempleo y altos precios.

Una Europa así podría incluso dar lugar a una gran guerra o, aunque no fuera una guerra real, a tantas dificultades que los países se volverían unos contra otros. En cualquiera de los dos casos, Europa, una vez más, hundiría la economía mundial. China quedaría devastada y la tibia recuperación estadounidense se esfumaría. Habríamos condenado a todo el mundo a, al menos, una generación perdida. Por este motivo, advierto a mis amigos de que la izquierda nunca se beneficia. Siempre son los ultranacionalistas, los racistas, los fanáticos y los nazis los que se benefician.
 
P: Entonces, ¿es posible democratizar el euro o la Unión Europea?

V: Asumamos que son lo mismo. ¿Se puede democratizar Europa? Sí, creo que sí. ¿Y se democratizará realmente? Sospecho que no. Entonces, ¿qué sucederá? Si me pide mi pronóstico, soy muy pesimista. Creo que el proceso de democratización tiene muy pocas probabilidades de éxito. En cuyo caso tendremos una situación de desintegración y un futuro sombrío.

Pero la diferencia cuando hablamos sobre la sociedad o sobre el tiempo es que al tiempo no le importan lo más mínimo nuestras previsiones, por lo que nos podemos permitir el lujo de sentarnos relajadamente y mirar al cielo y decir: "Creo que va a llover". Porque lo que digamos no influirá en las probabilidades de lluvia.

Pero creo que con los temas que atañen a la sociedad y a la política tenemos una obligación moral y política de ser optimistas y de preguntarnos: "Bien, de todas las opciones que están a nuestro alcance, ¿cuál tiene menos probabilidades de provocar una catástrofe?". Para mí, ese es un intento de democratizar la Unión Europea. 

¿Que si pienso que lo conseguiremos? No lo sé, pero si no confío en que podamos hacerlo, no me puedo levantar de la cama por la mañana y ponerme a trabajar.
 
P: ¿Democratizar Europa es una cuestión de reivindicar unos principios fundamentales o de desarrollar un nuevo concepto de soberanía?

V: Son ambas cosas. No hay nada nuevo bajo el sol. El concepto de soberanía no cambia, pero la forma en que se aplica a zonas multiétnicas y con varias jurisdicciones como Europa se debe replantear. Existe un debate interesante que se está produciendo fundamentalmente en Gran Bretaña, ya que el resto de Europa no parece estar interesada. Resulta siempre frustrante intentar convencer a los franceses y a los alemanes de que existe una profunda diferencia entre una Europa de las Naciones y una Unión Europea. Los británicos lo entienden mejor; sobre todo, los conservadores, aunque resulte irónico. Son seguidores de Edmund Burke, anticonstructivistas que creen que debe existir una correspondencia unívoca entre nación, parlamento y moneda: una nación, un parlamento, una moneda.

Cuando les pregunto a mis amigos tories: ¿Y qué pasa con Escocia? ¿No son los escoceses una nación de buena fe? Y en ese caso, ¿no deberían tener su propio Estado y moneda?, la respuesta que obtengo es algo así como: "Sí, claro, existe una nación escocesa, galesa e inglesa, y no una nación británica, pero contamos con una identidad común, forjada durante guerras de conquista, la participación en el Imperio, etcétera".

Si eso es así, y puede que lo sea, entonces se puede decir que diferentes nacionalidades se pueden agrupar en torno a una identidad común que se va transformando. Así es como me gustaría verlo. Nunca tendremos una nación europea, pero podemos tener una identidad europea que se corresponda con un pueblo europeo soberano. Así que mantenemos el anticuado concepto de soberanía pero lo vinculamos con una identidad europea en desarrollo, que después se vincula con la soberanía única y un Parlamento que mantiene mecanismos de control sobre el poder ejecutivo en el ámbito de Europa.

En estos momentos, el Ecofin, el Eurogrupo y el Consejo Europeo están tomando decisiones importantes en nombre del pueblo europeo, pero estas entidades no deben responder ante ningún Parlamento. No basta con decir que los miembros de estas instituciones rinden cuentas ante su Parlamento nacional, ya que esos miembros, cuando vuelven a su país para comparecer ante su propio Parlamento, dicen: "No me miren a mí; yo no estuve de acuerdo con nada en Bruselas, pero no tenía poder para influir en las decisiones, por lo que no se me puede responsabilizar por la decisión del Eurogrupo o del Consejo o del Ecofin". A no ser que los organismos institucionales puedan ser censurados o reprendidos en tanto que organismo por un Parlamento común, no tienes una democracia soberana. Así que ese debería ser el objetivo de Europa.
 
P: Hay quien dirá que eso ralentizaría los procesos de toma de decisiones y la harían poco eficaz.

V: No, no creo que eso ralentizara la toma de decisiones; la potenciaría. En estos momentos, como no tenemos este tipo de mecanismos de rendición de cuentas, no se toma ninguna decisión hasta que resulta imposible no actuar. No hacen más que aplazar y aplazar las cosas, negando un problema durante años y, después, siempre apañando alguna solución de última hora. Es el sistema más ineficiente que uno pueda imaginar.
 
P: Ahora mismo está participando en la presentación de un Movimiento por la Democracia en Europa. ¿Qué nos puede explicar sobre esta iniciativa?

V: Uno de los aspectos positivos de la forma en que nuestro Gobierno fue aplastado el pasado verano es que millones de europeos tomaron conciencia de la manera en que se dirige Europa. La gente está muy, muy enfadada; incluso gente que no estaba de acuerdo conmigo y con nosotros.

Así que ahora estoy recorriendo Europa, visitando varios países, intentando sensibilizar sobre los desafíos comunes a los que nos enfrentamos y la toxicidad que se desprende de la falta de democracia. Ese fue el primer paso. El segundo paso ha consistido en elaborar un proyecto de manifiesto, ya que los manifiestos son importantes porque concentran el pensamiento y pueden convertirse en un punto de referencia para la gente que está enfadada y preocupada, y desea participar en un proceso de democratización de Europa.

El 9 de febrero organizaremos un evento importante en Berlín, una ciudad escogida por evidentes motivos simbólicos, en el que presentaremos el manifiesto e invitaremos a los europeos de los 28 Estados miembros a sumarse a nosotros en un movimiento que tiene una agenda muy simple: o democratizar Europa o eliminarla. 

Porque si permitimos que las actuales estructuras e instituciones burocráticas y antidemocráticas de Bruselas, Frankfurt y Luxemburgo sigan aplicando políticas en nuestro nombre, acabaremos en la situación de distopía que he comentado antes.

Después tenemos previstos una serie de eventos en toda Europa que brindarán a nuestro movimiento el impulso necesario. No somos una coalición de partidos políticos. La idea es que cualquiera pueda adherirse, independientemente de su afiliación a un partido político o a una ideología, porque la democracia puede ser el tema aglutinador.

Incluso pueden sumarse mis amigos tories, o liberales que se dan cuenta de que la UE no solo no es bastante democrática sino que es más bien antidemocrática y, por este motivo, incompetente desde el punto de vista económico.

¿Cómo contemplamos nuestra intervención en la práctica? El modelo de hacer política en Europa se ha basado en partidos políticos de países concretos. Así que un partido político crece en un país determinado, tiene un programa que atrae a los ciudadanos de ese país y, después, cuando el partido se encuentra en el Gobierno, solo entonces (como algo secundario) intenta construir alianzas con partidos afines en Europa, en el Parlamento Europeo, en Bruselas, etcétera. En lo que a mí respecta, este modelo de hacer política está acabado. La soberanía de los Parlamentos se ha visto disuelta por la eurozona y el Eurogrupo; la capacidad de cumplir con el mandato recibido en el ámbito del Estado-nación ha sido erradicada y, por lo tanto, cualquier programa dirigido a los ciudadanos de un Estado miembro concreto se convierte en un puro ejercicio teórico. Ahora mismo, los mandatos electorales son, por naturaleza, imposibles de cumplir.

Así que, en lugar de ir del nivel del Estado-nación al nivel europeo, pensamos que deberíamos ir en dirección contraria; que deberíamos construir un movimiento europeo transfronterizo, mantener una conversación en ese espacio para identificar políticas comunes, para abordar problemas comunes y, una vez tengamos un consenso sobre estrategias comunes a nivel europeo, ese consenso pueda encontrar expresión de ello en los niveles del Estado-nación, regionales y municipales. Así que le estamos dando la vuelta al proceso, empezando por el nivel europeo para intentar encontrar un consenso y, después, yendo hacia abajo. Esta será nuestra forma de funcionar.

En cuanto al calendario, hemos dividido la próxima década en varios marcos temporales porque disponemos, como máximo, de una década para cambiar Europa. Si no lo conseguimos para 2025, no creo que haya una Unión Europea que salvar o incluso sobre la que hablar. Para aquellos que desean saber qué es lo que queremos ahora, la respuesta es transparencia.

Como mínimo, exigimos que las reuniones del Consejo de la UE, el Ecofin y el Eurogrupo se retransmitan en directo por la web, que las actas del Banco Central Europeo se hagan públicas y que documentos relacionados con negociaciones comerciales como el TTIP se puedan consultar online. En el corto a medio plazo, abogaremos por la reestructuración de las instituciones existentes de la UE, dentro del marco de los tratados vigentes (por terribles que sean), con vistas a estabilizar las crisis que nos afectan en el ámbito de la deuda pública, la falta de inversión, la banca y la creciente pobreza. Por último, en el medio a largo plazo, instaremos a que los pueblos de Europa convoquen una Asamblea Constitucional, con facultades para decidir sobre una futura constitución democrática que reemplace todos los tratados europeos existentes.
 
P: Parece que estamos viviendo una época llena de esperanza, pero también difícil. Estamos presenciando la creciente popularidad de partidos como Podemos en España, la izquierda en Portugal y Jeremy Corbyn en el Reino Unido, por citar algunos. Pero al mismo tiempo, tenemos la experiencia de Syriza, que fue aplastado por la Troika sin miramientos. ¿Qué espera de estas señales de rechazo popular a las políticas de austeridad teniendo en cuenta la experiencia de Syriza?

V: Creo que el auge de estos partidos y movimientos contra la austeridad demuestra claramente que los pueblos de Europa, no solo en España y Grecia, están más que hartos de la antigua forma de hacer política, de las políticas basadas en el consenso que han reproducido la crisis y han abocado a Europa a un camino que lleva a la desintegración. De eso no hay ninguna duda.

La cuestión es: ¿cómo podemos aprovechar ese descontento? En nuestro caso, en Grecia, hemos fracasado. Estamos experimentando una tremenda desconexión entre la cúpula del partido y las personas que votaron por él. Por eso opino que el acento en el Estado-nación es algo muy obsoleto. Si Podemos entra en el Gobierno, lo hará bajo las mismas condiciones, extremadamente limitantes, impuestas por la Troika, igual que el nuevo Gobierno que se está intentando formar en Portugal. A menos que esos partidos progresistas se vean impulsados por un movimiento paneuropeo que ejerza una creciente presión en todos los países y de forma simultánea, acabarán frustrando a sus votantes y viéndose obligados a aceptar todas las normas que les impiden cumplir sus mandatos.

Es por ese motivo por el que pongo el énfasis en construir un movimiento paneuropeo. Es porque la única forma de cambiar Europa es mediante una oleada que surja en toda Europa. De lo contrario, el voto de protesta que se ha manifestado en Grecia, España, el Reino Unido y Portugal, si no se sincroniza en todos los países, terminará disipándose, dejando tras de sí nada más que la amargura y la inseguridad generada por la imparable fragmentación de Europa.

(Traducido por Beatriz Martínez.)

sábado, 23 de enero de 2016

Groucho Marx y sus recuerdos de la crisis de 1929

Muy pronto un negocio mucho más atractivo que el teatral atrajo mi atención y la del país. Era un asunto llamado mercado de valores. No tenía asesor financiero. ¿Quién lo necesitaba? Podías cerrar los ojos, apoyar el dedo en cualquier punto del enorme tablero mural y la acción que acababas de comprar empezaba inmediatamente a subir. Aceptaba de todo el mundo confidencias sobre la bolsa. El mercado sigue subiendo y subiendo. Hasta entonces yo no había imaginado que uno pudiera hacerse rico sin trabajar. Lo más sorprendente del mercado, en 1929, era que nadie vendía una sola acción. La gente compraba sin cesar. Un día, con cierta timidez, hablé con mi agente de bolsa:

- No sé gran cosa sobre Wall Street, pero ¿que es lo que hace que esas acciones sigan subiendo? ¿No debería haber una relación entre las ganancias de las empresas, sus dividendos y el precio de venta de las acciones?

Me contestó: -Sr. Marx, tiene mucho que aprender acerca del mercado de valores. Lo que usted no sabe serviría para llenar un libro. Este ha cesado de ser un mercado nacional. Ahora somos un mercado mundial. Recibimos órdenes de compra de todos los países de Europa, de América del Sur e incluso de Oriente.
- ¿Cree que hice una buena compra?
- No hay otra mejor. Si hay algo que todos hemos de usar, son las tuberías.
- Es ridículo –dije- tengo varios amigos pieles rojas en Dakota del Sur y no utilizan las tuberías.

De vez en cuando, algún profeta financiero publicaba un artículo sombrío advirtiendo al público que los precios no guardaban ninguna proporción con los verdaderos valores y recordando que todo lo que sube debe bajar. Pero apenas si nadie prestaba atención a estos conservadores tontos y a sus palabras idiotas de cautela. Incluso recuerdo una frase de Barney Baruch, mago financiero americano, “cuando el mercado de valores se convierte en noticia de primera página, ha sonado la hora de retirarse”.

Un día concreto el mercado comenzó a vacilar. Así como el principio del auge, todo el mundo quería comprar, al empezar el pánico todos querían vender. Luego el pánico alcanzó a los agentes de bolsa y empezaron a vender acciones a cualquier precio. Yo fui uno de los afectados. Luego de un martes espectacular, Wall Street lanzó la toalla y se desplomó. Eso de la toalla es una frase adecuada, porque para entonces todo el país estaba llorando.

Algunos de mis conocidos perdieron millones. Yo tuve más suerte. Lo único que perdí fueron 240 mil dólares (o 120 semanas de trabajo).

En toda la bazofia escrita por los analistas del mercado me parece que nade hizo un resumen de la situación de una manera tan sucia como mi amigo Max Gordon:“Marx, la broma ha terminado”. En aquellas cinco palabras lo dijo todo. Desde luego, la broma había terminado. Creo que el único motivo por el que seguí viviendo fue el convencimiento consolador de que todos mis amigos estaban en la misma situación. Incluso la desdicha financiera, al igual que la de cualquier otra especie, prefiere la compañía.

Groucho Marx: “Groucho y yo”, Barcelona, Tusquets, 1980.

Fragmento de "Braden o Perón", de Norberto Galasso

"Pocos días más tarde se produce una borrascosa entrevista entre Braden y Perón, que agrava el enfrentamiento...Ya en oportunidades anteriores el coronel y el embajador se han tratado fría y hasta descortesmente. Pero en esta ocasión la disidencia es mayor...Perón recordará: 'He sido receptáculo de innumerables sugestiones. Les aseguro a ustedes que si yo me decidiera a entregar el país, mañana sería el hombre más popular de Buenos Aires...Esa es la realidad. Si yo entregara el país, me dijo un señor - en otras palabras muy elegantes, naturalmente, pero que en el fondo decían lo mismo - en una semana sería el hombre más popular de ciertos países extranjeros. Yo le contesté: a ese precio prefiero ser el más oscuro y desconocido de los argentinos, porque no quiero - y disculpen la expresión - llegar a ser popular en ninguna parte por haber sido un hijo de puta en mi país' 

Braden se enojó y se fue. Con el enojo se olvidó el sombrero.

A partir de ese frustrado intento de soborno, la guerra desencadenada por Braden será total y sin contemplaciones. Ha llegado a la conclusión de que nada se puede negociar con el coronel y que la única salida es desplazarlo del poder"

(Fragmento de "Braden o Perón", de Norberto Galasso)

John Pilger: "Secreto, vigilancia y censura. La guerra a través de los medios de comunicación"

Publicado en "Análisis", Chile

¿Por qué ha sucumbido una parte tan grande del periodismo ante la propaganda? ¿Por qué la censura y la distorsión se han convertido en una práctica estándar? ¿Por qué es la BBC un vocero del poder rapaz? ¿Por qué engañan a sus lectores el New York Times y el Washington Post?
 
Por qué no se enseña a los jóvenes periodistas a comprender los propósitos de los medios y a cuestionar las pretensiones y las malas intenciones de la falsa objetividad? ¿Y por qué no se les enseña que la esencia de una parte tan importante de lo que se llama medios dominantes no es información, sino poder?
 
Se trata de cuestiones urgentes. El mundo enfrenta la perspectiva de una gran guerra, tal vez una guerra nuclear, con EE.UU. determinado a aislar y provocar a Rusia y eventualmente a China. La verdad está siendo puesta cabeza abajo y al revés por los periodistas, incluyendo aquellos que promovieron las mentiras que llevaron al baño de sangre en Irak en 2003.

Los tiempos en los que vivimos son tan peligrosos y están tan distorsionados en la percepción pública que la propaganda ya no es, como la llamó Edward Bernays, un “gobierno invisible”. Es el gobierno. Dirige directamente sin temor a contradicción y su principal objetivo es conquistarnos: conquistar nuestro sentido del mundo, nuestra capacidad de separar la verdad de las mentiras.

La era de la información es realmente la era de los medios. A través de los medios se hace la guerra, se ejecuta la censura, se imparten la retribución y la diversión, una cadena de montaje surrealista de clichés obedientes y suposiciones falsas.

Este poder de crear una nueva “realidad” se ha hecho durante mucho tiempo. Hace 45 años, un libro titulado The Greening of America causó sensación. En la portada estaban las palabras: “Viene una revolución. No será como las revoluciones del pasado. Se originará con el individuo”.

Yo era corresponsal en EE.UU. en la época y recuerdo la elevación del autor al estatus de gurú, era un joven académico de Yale, Charles Reich. Su mensaje era que decir la verdad y la acción política habían fracasado y que solo la “cultura” y la introspección podían cambiar el mundo.

En pocos años, impulsado por las fuerzas del lucro, el culto del “yoismo” había casi agobiado nuestro sentido de la acción conjunta, nuestro sentido de la justicia social y del internacionalismo.

La clase, el género y la raza fueron separados. Lo personal era lo político y los medios eran el mensaje.

Después de la Guerra Fría, la fabricación de nuevas “amenazas” completó la desorientación política de aquellos que 20 años antes habrían formado una vehemente oposición.

En 2003, filmé una entrevista en Washington con Charles Lewis, el distinguido periodista de investigación estadounidense. Discutimos sobre la invasión de Irak de unos meses antes. Le pregunté, “¿Qué habría pasado si los medios más libres en el mundo hubieran cuestionado seriamente a George Bush y Donald Rumsfeld e investigado sus afirmaciones, en lugar de transmitir lo que resultó ser burda propaganda?”
Respondió que si nosotros, los periodistas, hubiésemos cumplido nuestra tarea “hay una probabilidad muy, muy buena de que no habríamos iniciado la guerra en Irak”.

Es una declaración inquietante y apoyada por otros famosos periodistas a los que hice la misma pregunta. Dan Rather, anteriormente de CBS, me dio la misma respuesta. David Rose del Observer e importantes periodistas y productores en la BBC, que prefirieron no ser nombrados, me dieron la misma respuesta.

En otras palabras, si los periodistas hubieran cumplido su tarea, si hubiesen cuestionado e investigado la propaganda en lugar de amplificarla, cientos de miles de hombres, mujeres y niños estarían todavía vivos; y millones de personas no habrían huido de sus casas; la guerra sectaria entre suníes y chiíes podría no haber estallado y el infame Estado Islámico podría no existir actualmente.

Incluso ahora, a pesar de los millones de personas que salieron a las calles en señal de protesta, la mayoría del público en los países occidentales tiene poca idea de la magnitud del crimen cometido por nuestros gobiernos en Irak. Incluso menos saben que en los 12 años antes de la invasión los gobiernos de EE.UU. y Gran Bretaña iniciaron un holocausto al negar a la población civil de Irak los medios para subsistir.

Son las palabras del alto funcionario británico responsable de las sanciones en Irak en la década de los 90, un sitio medieval que causó las muertes de medio millón de niños de menos de cinco años, informó Unicef. El nombre del funcionario es Carne Ross. En el Foreign Office [Ministerio de Exteriores] en Londres, era conocido como “míster Irak”. Actualmente, es un revelador de la verdad de cómo engañan los gobiernos y de cómo los periodistas están dispuestos a propagar el engaño. “Entregábamos a los periodistas información falsa de inteligencia modificada”, me dijo, “o los excluíamos”.

El principal denunciante, durante este terrible y silencioso período fue Denis Halliday. Entonces Secretario General Adjunto de las Naciones Unidas y alto funcionario de la ONU en Irak, Halliday prefirió renunciar antes de implementar políticas que describió como genocidas. Calcula que las sanciones mataron a más de un millón de iraquíes.

Lo que entonces sucedió a Halliday es instructivo. Fue borrado. O fue vilipendiado. En el programa Newsnight de la BBC, el presentador Jeremy Paxman le gritó: “¿No es usted otra cosa que un apólogo de Sadam Hussein?” The Guardian recientemente describió esto como uno de los “momentos memorables” de Paxman. La semana pasada, Paxman firmó un contrato de un millón de libras por escribir un libro.

Los siervos de la supresión han hecho buen trabajo. Consideremos los efectos. En 2013, un sondeo de ComRes estableció que una mayoría del público británico creía que la cantidad de víctimas en Irak era menos de 10.000, una fracción mínima de la verdad. Una pista de sangre que lleva de Irak a Londres ha sido borrada casi por completo.

Se dice que Rupert Murdoch es el padrino de la mafia de los medios, y nadie debe dudar del aumento del poder de sus periódicos, 127 en total, con una circulación combinada de 40 millones, y su red Fox. Pero la influencia del imperio de Murdoch no es mayor que su reflejo en los medios en general.
La propaganda más efectiva no se encuentra en el Sun o en Fox News, sino tras un halo liberal. Cuando The NewYork Times publicó afirmaciones de que Sadam Hussein tenía armas de destrucción masiva, se creyó en su falsa evidencia, porque no era Fox News, era el New York Times.

Lo mismo vale para el Washington Post y el Guardian, que han desempeñado un papel crítico en el condicionamiento de sus lectores para que acepten una nueva y peligrosa guerra fría. Los tres periódicos liberales han distorsionado los sucesos de Ucrania como un acto maligno de Rusia cuando, en realidad el golpe dirigido por los fascistas en Ucrania fue obra de EE.UU., con la ayuda de Alemania y de la OTAN.

Esta inversión de la realidad es tan dominante que el cerco militar de Washington y la intimidación de Rusia no son contenciosos. Ni siquiera constituyen noticias, sino que se suprimen tras una campaña de calumnias y temor del tipo con el que crecí durante la Guerra Fría.
Una vez más el imperio del mal nos persigue, dirigido por otro Stalin o, perversamente, por un nuevo Hitler. Nombra tu demonio y dale con todo.

La supresión de la verdad sobre Ucrania es uno de los apagones noticiosos más completos que pueda recordar. La mayor concentración militar occidental en el Cáucaso y Europa occidental desde la Segunda Guerra Mundial es suprimida. La ayuda secreta de Washington a Kiev y sus brigadas neonazis responsables de crímenes de guerra contra la población de Ucrania oriental es suprimida. La evidencia que contradice la propaganda de que Rusia fue responsable del derribo de un avión comercial malasio es suprimida.

Y de nuevo, medios supuestamente liberales son los censores. Sin citar ningún hecho, ninguna evidencia, un periodista identificó a un dirigente prorruso en Ucrania como el hombre que derribó el avión. Ese hombre, escribió, era conocido como “El Demonio”. Era un hombre temible que atemorizó al periodista. Esa fue la evidencia.

Muchos en los medios occidentales se han esforzado por presentar a la población étnica rusa de Ucrania como forasteros en su propio país, casi nunca como ucranios que buscaban una federación dentro de Ucrania y como ciudadanos ucranios que resistían a un golpe orquestado en el extranjero contra su gobierno elegido.

Lo que tiene que decir el presidente ruso no cuenta; es un villano de pantomima a quien se puede ultrajar impunemente. Un general estadounidense que dirige la OTAN y sale directamente de Dr. Strangelove –un General Breedlove– habla rutinariamente de invasiones rusas sin una pizca de evidencia visual. Su personificación del General Jack D. Ripper de Stanley Kubrick es absolutamente perfecta.
40.000 rusos se estaban concentrando en la frontera, según Breedlove. Fue suficiente para el New York Times, el Washington Post y el Observer, este último se distinguió previamente con mentiras y patrañas que respaldaron la invasión de Irak de Blair, como reveló su antiguo periodista, David Rose.

Es casi el ambiente alegre de una reunión de clase. Los tamborileros del Washington Post son los mismos editorialistas que declararon que la existencia de las armas de destrucción masiva de Sadam era un “hecho indiscutible”.

“Si os preguntáis”, escribió Robert Parry, “cómo podría caer el mundo a ciegas en la tercera guerra mundial, como cayó en la primera hace un siglo, todo lo tenéis que hacer es considerar la locura que ha envuelto prácticamente a toda la estructura política/mediática de EE.UU. respecto a Ucrania en la que una falsa narrativa de sombreros blancos contra sombreros negros se impuso rápidamente y se ha mostrado resistente a los hechos o a la razón”.

Parry, el periodista que reveló Irán-Contra, es uno de los pocos que investigan el rol central de los medios en este “juego de pollos”, como lo calificó el ministro ruso de Exteriores. ¿Pero es un juego? Mientras escribo estas líneas, el Congreso de EE.UU. vota la Resolución 758 que, en pocas palabras, dice: “Preparémonos para la guerra contra Rusia”.

En el Siglo XIX, el escritor Alexander Herzen describió el liberalismo secular como “la última religión, aunque su iglesia no es del otro mundo sino de éste”. Hoy ese derecho divino es mucho más violento y peligroso que cualquier cosa que genere el mundo musulmán, aunque tal vez su mayor triunfo sea la ilusión de información libre y abierta.

En las noticias se hacen desaparecer países enteros. Arabia Saudí, la fuente de extremismo y terror respaldado por Occidente no interesa, excepto cuando hace bajar el precio del petróleo. Yemen ha sufrido doce años de ataques de drones estadounidenses. ¿Quién lo sabe? ¿A quién le importa?

En 2009, la Universidad del Oeste de Inglaterra publicó los resultados de un estudio decenal de la cobertura de Venezuela en la BBC. De 304 informes transmitidos, solo tres mencionaron alguna de las políticas positivas introducidas por el gobierno de Hugo Chávez. El mayor programa de alfabetización de la historia de la humanidad apenas mereció una referencia pasajera.

En Europa y EE.UU., millones de lectores y televidentes no saben casi nada de los notables y vigorizantes cambios implementados en Latinoamérica, muchos de ellos inspirados por Chávez. Como la BBC, los informes del New York Times, el Washington Post, el Guardian y el resto de los respetables medios occidentales se destacaron por su mala fe. Se burlaron de Chávez hasta en su lecho de muerte. ¿Cómo se explica algo semejante, me pregunto, en las escuelas de periodismo?

¿Por qué millones de personas en Gran Bretaña son persuadidas de que es necesario un castigo colectivo llamado “austeridad”?
Después del crac económico de 2008 quedó al descubierto un sistema podrido. Durante la fracción de un segundo los bancos fueron alineados como delincuentes con obligaciones hacia el público que habían traicionado.

Pero a los pocos meses –aparte de unas pocas piedras lanzadas por excesivas “bonificaciones” corporativas”– el mensaje cambió. Las fotos de archivo policial de banqueros culpables desaparecieron de los tabloides y algo llamado “austeridad” se convirtió en el agobio de millones de personas de a pie. ¿Ha habido alguna vez un engaño tan descarado?

Actualmente muchas de las premisas de vida civilizada en Gran Bretaña se están desmantelando con el fin de pagar una deuda fraudulenta, la deuda de unos delincuentes. Se dice que los recortes por la “austeridad” ascienden a 83.000 millones de libras esterlinas. Es casi exactamente la suma de impuestos evitados por los mismos bancos y por corporaciones como Amazon y por News UK de Murdoch. Además, los bancos deshonestos reciben un subsidio anual de 100.000 millones de libras en seguro gratuito y garantías, una cifra que financiaría todo el Servicio Nacional de Salud.

La crisis económica es pura propaganda. Las políticas extremas rigen ahora Gran Bretaña, EE.UU., gran parte de Europa, Canadá y Australia. ¿Quién defiende a la mayoría? ¿Quién cuenta su historia? ¿Quién hace constar la realidad? ¿No es lo que supuestamente deben hacer los periodistas?

En 1977 Carl Bernstein, famoso por el Watergate, reveló que más de 400 periodistas y ejecutivos de las noticias trabajaban para la CIA. Incluye a periodistas del New York Times, Time y las redes de televisión. En 1991, Richard Norton Taylor del Guardian reveló algo similar en este país.

Nada de esto es necesario en la actualidad. Dudo de que alguien pagase al Washington Post y a muchos otros medios noticiosos para que acusaran a Edward Snowden de ayuda al terrorismo. Dudo que de alguien pague a los que rutinariamente calumnian a Julian Assange, aunque muchas otras recompensas pueden ser cuantiosas.

Tengo claro que la razón principal por la que Assange ha atraído tanto veneno, rencor y celos es queWikiLeaks arrancó la careta de una elite política corrupta sostenida en pie por los periodistas. Al anunciar una extraordinaria era de revelaciones, Assange se hizo de enemigos al iluminar y avergonzar a los guardavallas de los medios, no solo en el periódico que publicó y se apropió de su gran revelación. Se convirtió no solo en un objetivo, sino en un ganso de oro.

Lucrativos negocios con libros y cintas de Hollywood se hicieron y carreras en los medios fueron lanzadas o estimuladas apoyándose en WikiLeaks y su fundador. Hubo gente que ganó mucho dinero mientrasWikiLeaks lucha por sobrevivir.

Nada de esto se mencionó en Estocolmo el 1º de diciembre cuando el editor del Guardian, Alan Rusbridger, compartió con Edward Snowden el Premio Nobel alternativo de la Paz. Lo chocante en este evento fue que Assange y WikiLeaks no fueron mencionados. No existían. Eran no-gente.

Nadie habló por el hombre que había marcado nuevos rumbos en la denuncia digital y que entregó alGuardian una de las noticias más sensacionales de la historia. Además, fueron Assange y su equipo deWikiLeaks quienes efectiva –y brillantemente– rescataron a Edward Snowden y lo condujeron a la seguridad. Ni una palabra.

Lo que hizo que esa censura por omisión fuera tan irónica, impactante y afrentosa fue que la ceremonia se realizó en el Parlamento sueco, cuyo cobarde silencio en el caso de Assange se ha coludido con un grotesco error judicial en Estocolmo.

“Cuando la verdad es reemplazada por el silencio”, dijo el disidente soviético Yevtushenko, “el silencio es una mentira”.
Este tipo de silencio es el que debemos romper los periodistas. Tenemos que mirar al espejo. Tenemos que hacer rendir cuentas a medios que no rinden cuentas a nadie, que sirven al poder y a una psicosis que amenaza con la guerra mundial.

En el Siglo XVIII, Edmund Burke describió el papel de la prensa como el Cuarto Poder que controla a los poderosos. ¿Fue verdad algún día? Ciertamente ya no vale. Lo que necesitamos es un Quinto Poder: un periodismo que controle, analice y se oponga a la propaganda y enseñe a los jóvenes a ser agentes del pueblo, no del poder. Necesitamos lo que los rusos llamaron perestroika, una insurrección de conocimiento subyugado. Lo llamaría verdadero periodismo.

Hace 100 años desde la Primera Guerra Mundial, los periodistas han sido recompensados y honrados por su silencio y colusión. En el clímax de la matanza, el primer ministro británico David Lloyd George dijo en confianza a C.P. Scott, editor del Manchester Guardian: “Si la gente realmente conociera [la verdad] la guerra se pararía mañana, pero por supuesto no la conocen y no pueden conocerla”.
Es hora de que la sepan.

Este fue el discurso de John Pilger en el Simposio Logan, “Construyendo una alianza contra el secreto, la vigilancia y la censura”, organizado por el Centro para el Periodismo de Investigación, en Londres, 5-7 de diciembre de 2014. Contacto: www.johnpilger.com